Los nervios de un último salto, la concentración del tiro final, la decisión de qué llave ejecutar, la seguridad de dónde lanzar el penalti… Todos estos momentos, habituales en competición para los deportistas, tienen un componente emocional que puede ser determinante para el éxito de sus resultados.
Y, al igual que la forma física o la técnica, también se trabaja. Estos días ha quedado de manifiesto la importancia de este aspecto en la preparación del deportista a raíz de la renuncia de la gran estrella Simone Biles a algunas de las competiciones. La gimnasta estadounidense admitió que tiene que centrarse en su salud mental: «Tenemos que proteger nuestra mente y nuestro cuerpo y no limitarnos a hacer lo que el mundo quiere que hagamos».
Con su decisión, Biles ha logrado poner en el punto de mira la salud mental. «La mente es como un músculo, hay que entrenarlo», explica la psicóloga Toñi Martos, que asesora a deportistas desde 1996. «Llevamos a cabo técnicas para distintos aspectos, desde la concentración hasta la capacidad de adoptar decisiones pasando por la relajación, la resistencia, el control de la ansiedad…».
En una competición como unos Juegos, en los que el trabajo de cuatro años -en este caso cinco- puede decidirse en segundos, la óptima preparación mental del deportista puede decantar la victoria a su favor. Por eso la psicología deportiva, que ha experimentado una enorme evolución en las últimas décadas, se ha convertido en un pilar clave del trabajo en el deporte de élite. «El crecimiento del deportista se cimenta en varias columnas: el físico, la técnica, el descanso y el aspecto mental», analiza Lucía Guisado, seleccionadora del equipo femenino de gimnasia artística.
La mente es como un músculo, hay que entrenarlo. Trabajamos desde la desde la concentración hasta la capacidad de adoptar decisiones
Precisamente la gimnasia española fue uno de los primeros deportes en España que empezó a trabajar con psicólogos deportivos ya en los años 90. La particularidad de esta disciplina, en la que las gimnastas alcanzan la categoría sénior a los 16 años -cuando aún se están formando como personas-, es uno de los factores que asentó la relación profesional entre la deportista y el psicólogo deportivo. «La adolescencia es una época de muchos cambios», explica Guisado. «A veces las gimnastas tienen que asumir unas responsabilidades y un estatus de adulto a edades tempranas. Por eso, debíamos trabajar con los profesionales un ámbito en el que buscar fortalezas, ayudar a solventar dificultades…».
Incluso aprenden a dominar y superar ciertos miedos intrínsecos a un deporte en el que la gimnasta debe ‘volar’, controlar su cuerpo en el espacio y caer. «En los entrenamientos, hay camas elásticas, fosos… que amortiguan las caídas», asegura la seleccionadora. «Pero después tienen que afrontar las competiciones sin esa red. Por ejemplo, caminan por una barra de 10 centímetros de ancho en la que tienen que saltar y girar y los psicólogos pueden ayudar a controlar esos temores».
Al igual que los entrenamientos físicos y técnicos, el deportista que recurre al psicólogo para su preparación olímpica entrena esta faceta durante años. «Normalmente nos sentamos con el deportista y el cuerpo técnico y se fijan retos», manifiesta María Martínez, psicóloga deportiva que trabaja, entre otras, con Carolina Marín. «Con esa fotografía de la temporada, dentro del ciclo olímpico, se planifican los objetivos de la preparación psicológica, somos un ‘entrenador’ más».
Vemos qué carencias y qué fortalezas tiene el deportista para que esté bien, disfrute de entrenar y competir y pueda alcanzar su mejor versión
En esas sesiones semanales o quincenales, según las necesidades y objetivos de cada deportista, se llevan a cabo estrategias y técnicas que pueden englobar multitud de aspectos: la tolerancia a la fatiga, la concentración pese al cansancio, la motivación, la gestión de la confianza… «Vemos qué carencias y qué fortalezas tiene el deportista para que esté bien, disfrute de entrenar y competir y pueda alcanzar su mejor versión», dice Martínez.
… Y llegó la pandemia
A la larga preparación ya habitual de unos Juegos, esta edición ha añadido 365 días más de espera y muchos problemas añadidos -más allá de los estrictamente sanitarios-, desde un confinamiento que impidió a muchos deportistas entrenar con normalidad a la incertidumbre sobre los objetivos competitivos debido a la cancelación de eventos. «Todo eso también lo hemos tenido que trabajar», explica Toñi Martos. «Esta pandemia nos ha hecho a todos vulnerables como población, también a los deportistas. Sin embargo, una de sus grandes cualidades es la capacidad de adaptación y nos dieron ejemplo de ello en esta pandemia: les vimos entrenando en casa con lo que podían, cambiando de objetivos competitivos».