Un estudio señala que esta dieta intermitente beneficia la salud cardiovascular, el rendimiento físico y la capacidad cognitiva; además de ayudar a controlar la diabetes y la obesidad.
Ayunar de manera intermitente no solo funciona como método para perder peso, aseguró un equipo de científicos de la Universidad Johns Hopkins (Maryland) en una publicación de 2019 de la revista médica The New England Journal of Medicine.
De acuerdo con el neurocientífico Mark Mattson, quien fue el encargado de liderar el estudio, llevar este tipo de dietas tiene beneficios potenciales, como mejorar la resistencia al estrés y la disminución del impacto de un gran número de enfermedades, lo cual podría incidir para prolongar la vida.
La clave de la efectividad de esta dieta es el llamado cambio metabólico. Cuando ayunamos, en lugar de glucosa nuestro organismo acude a otra fuente de energía: la grasa. Posteriormente ésta se transforma en compuestos denominados cetonas, que son eliminados con mayor eficacia que el “combustible” en forma de azúcar.
Las formas de ayuno intermitente
El ayuno intermitente posee principalmente un par de variantes: ingerir alimentos a diario en una ventana de entre 6 y 8 horas, para luego contenerse de comer por 16-18 horas; o realizar la dieta 5:2, que consiste en ayunar dos días a la semana, consumiendo durante éstos solo 500 calorías.
El doctor Mattson, quien lleva más de 20 años estudiando los efectos del ayuno intermitente (y aplicándolo a sí mismo), explica que la sensación de hambre y la irritabilidad, aunque son frecuentes en la fase inicial, “generalmente pasan después de dos semanas a un mes a medida que el cuerpo y el cerebro se acostumbran al nuevo hábito”.
El neurocientífico señala que distintas investigaciones han demostrado que una dieta como esta, además de combatir la obesidad, conlleva beneficios para la salud cardiovascular, el rendimiento físico y los síntomas de la diabetes, así como para la recuperación de tejidos. Otro estudio demostró que también puede mejorar el rendimiento cognitivo.
Mattson reconoce que los investigadores “no entienden completamente los mecanismos específicos del cambio metabólico” y que “algunas personas no pueden o no quieren adherirse a los regímenes de ayuno”. Pero argumenta que con orientación y un poco de paciencia, la mayoría de las personas pueden incorporarlo a sus vidas.