Victoriia y Jan compraron decenas de chalecos antibalas, “walkie-talkies”, linternas, baterías, botas militares y otros elementos fundamentales para repartir en el frente de batalla
Viktoriia es médico de cuidados intensivos y Jan, su marido, se buscaba la vida en Polonia. Son ucranianos, tienen 40 años, dos hijos en común y ponen rumbo a Ucrania para “defender” su tierra. Antes, gastaron sus ahorros en diez maletas de material militar: “Si no somos nosotros, ¿entonces quién?”, dice.
Se dirigen a Zaporizhia, una ciudad a orillas del río Dniéper, en la Ucrania central, y hogar de la mayor central nuclear de Europa, Energodar, que fue controlada por soldados rusos a principios de este mes, después de que hicieran lo mismo con Chernóbil.
”Mi país necesita mi ayuda, yo soy ucraniana y estoy obligada a defender mi tierra. Toda mi familia está en Ucrania, haciendo lo que debe, y me está esperando”, explica a Efe, en la estación polaca de Przemysl, la última antes de la frontera ucraniana. No acude como eventual soldado, sino para cuidar de los heridos.
Quien sí vuelve con intención de acudir al frente de guerra es su marido, que carga con una mochila militar de grandes dimensiones y deambula por la estación de tren de Przemysl en busca de una furgoneta con hueco que les acerque a su destino, Zaporizhia, donde, además, se reunirán con toda su familia.
Esta pareja tiene dos hijos, una niña de 8 años que dejaron al cuidado de su abuela en Ucrania mientras ellos trabajaban en Polonia, y un chico de 22 años, que no tardó en alistarse en el Ejército como voluntario en cuanto las tropas rusas pusieron pie en territorio ucraniano el pasado 24 de febrero. Estaba terminando su carrera universitaria, que abandonó para hacer lo que ahora van a hacer sus padres: luchar contra Rusia.
”Mamá, estoy bien, estoy muy ocupado, no puedo hablar”. Este fue el último mensaje que recibió de su hijo y, asegura, habla con él todos los días y saber que se encuentra “tan ocupado” significa que “está vivo, que está bien”, y eso es un “alivio” para Viktoriia, que, por otro lado, justifica como “razonable” la decisión del joven de unirse a la lucha a pesar de carecer de formación.
”Lo entiendo, tengo claro que tienen que hacer esto (su hijo y su marido). Esta es nuestra misión. Así que todo lo que puedo hacer por ellos es rezar para que vuelvan con vida. Y yo ayudaré como pueda”, explica esta médico.
Jan, de unos dos metros de alto, sí cuenta con formación militar. Su mochila está cargada de decenas de chalecos antibalas, “walkie-talkies”, linternas, baterías, botas militares… todo metido en diez maletas y bolsos con los que cargarán hasta su destino y que repartirán entre los hombres de su familia u otros voluntarios. Han agotado todos sus ahorros, hasta el punto de que no les queda dinero ni para pagar el transporte hacia Zaporizhia.
”Debemos defender nuestro país como podamos. Yo estoy dispuesto a todo, también a morir, para defender a mi tierra”, añade Jan a Efe, pendiente de los mensajes que le llegan a su teléfono, vigilando todo el equipaje amontonado en una de las vías de la estación y tratando de localizar a un voluntario con furgoneta que quiera llevarlos hasta Ucrania.
Pero cruzar la frontera hacia este país en guerra es cada vez más arriesgado: los bombardeos rusos ya se oyen a menos de 20 kilómetros de Polonia, hay ciudades cada vez más cercadas, de las que es un riesgo salir, y el suministro de productos básicos tiene un trayecto cada vez más complicado, sobre todo para llegar al este del país.
Pero la decisión de Jan y Viktoriia es la de otros ucranianos que han optado por quedarse o volver a Ucrania para respaldar al Ejército nacional. El Ministerio del Interior impide a los hombres de entre 18 y 60 años salir del país, y eso también se refleja en el movimiento de refugiados: ellos son los grandes ausentes, aunque son muchas las mujeres que también eligieron el uniforme militar para frenar a las tropas rusas. No hay cifras oficiales aún.
Finalmente, Viktoriia y Jan encontraron una furgoneta con espacio para ellos y pusieron rumbo hacia Lviv (Leópolis), con esperanzas de poder alcanzar cualquier día de esta semana su Zaporizhia natal, esquivando a las fuerzas rusas, y con un gran entusiasmo, que no ocultan, por ganar esta guerra.
(con información de EFE)