El Banco Mundial aumentó ligeramente sus perspectivas de crecimiento para Latinoamérica y el Caribe para 2023, y aseguró que la región crecerá un 1,4%, según su nuevo informe de perspectivas regionales, publicado este martes.
En 2024 y 2025, el crecimiento se mantendrá en el 2,4%, añadió la institución.
La cifra para este año es una décima superior que la incluida en su anterior informe sobre el continente, publicado en enero, pero sigue estando «por debajo de lo esperado», apuntó la institución en un comunicado.
Esto se debe, principalmente, a los efectos de las subidas de tasas de interés de los bancos centrales para luchar contra la inflación y a la bajada de precios de las materias primas, explicó en una rueda de prensa el economista jefe del Banco Mundial para Latinoamérica y el Caribe, William Maloney.
Con todo, y a pesar de que la región ya prácticamente se ha recuperado de la crisis de la pandemia de la COVID-19, el crecimiento de los próximos años será demasiado bajo como para traer una reducción significativa de la pobreza, ahondó el experto en una entrevista con EFE.
América Latina ha sido capaz de resistir hasta ahora la incertidumbre económica actual, agravada por la invasión rusa de Ucrania; y la inflación, después de haber alcanzado cifras históricas en muchos países a lo largo de 2022, se ubicará en un 5% en 2023 (a excepción de Argentina).
Sin embargo, la integración de la región en la economía global continúa siendo muy baja.
«América Latina, por lo general, comercia menos de lo que debería, teniendo en cuenta la proximidad a sus socios y sus tratados de libre comercio. Deberíamos estar exportando mucho más«, dijo Maloney.
A esto se le suma una progresiva reducción de las inversiones extranjeras en la región, especialmente las españolas, apuntó el experto.
Maloney explicó que entre los motivos de la baja cantidad de inversiones internacionales se encuentran factores estructurales que será difícil revertir, como la falta de educación superior y técnica o la falta de inversión en infraestructuras y servicios.
La región invierte apenas un 3,5% de su Producto Interior Bruto (PIB) en infraestructuras, mientras que en Asia o África se invierte alrededor del 7%.
Eso, unido a unas instituciones políticamente inestables, resulta en una falta de integración y una pérdida de inversiones internacionales en Latinoamérica, a excepción de México, que está cada vez más conectado a la economía de Estados Unidos.
El economista advirtió también contra la tendencia al proteccionismo como respuesta al descontento con los resultados de los tratados de libre comercio, y abogó por hacer un mayor esfuerzo político para entrar en los mercados europeos y estadounidenses.
Oportunidades verdes
En este sentido, la institución considera que existen actualmente dos grandes oportunidades para la integración económica: la deslocalización cercana de empresas (o «nearshoring») y la producción de energía verde.
Maloney avanzó que el Banco Mundial se encuentra trabajando junto a algunos países latinoamericanos para impulsar el comercio de hidrógeno verde. Varios países de la región, como Panamá o Chile, ya han avanzado su intención de convertirse en importantes actores internacionales.
Sin embargo, estas ambiciones requieren también un ajuste a los estándares del resto de economías, como la trazabilidad –poder verificar el origen y la cadena de producción-, necesaria para vender combustible verde en los mercados europeos.
En el ámbito de la deslocalización cercana, el economista apuntó al ejemplo de Estados Unidos, que está realizando un gran esfuerzo por nacionalizar la producción de productos estratégicos, como los microchips, para contrarrestar la inestabilidad de las cadenas de suministros y la dependencia de China.
El organismo ve aquí una gran oportunidad para atraer a estas empresas a Latinoamérica, donde los salarios suelen ser más bajos, pero considera que estas inversiones deben tener un efecto positivo también en los países receptores, más allá de la recaudación fiscal.
El economista puso el ejemplo de México, donde empresas como IBM o HP están bien asentadas pero «no se ve una compañía telefónica indígena, o algo por el estilo».
Según Maloney, las dos oportunidades ponen de manifiesto la necesidad de que la región se integre en el resto del mundo.
«Necesitamos los mercados y la tecnología, y necesitamos que nuestra gente vaya al extranjero para aprender todo lo que pueda y para construir redes de contactos», explicó.
EFE
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