Las dos divisas lideraron el ranking de devaluación en Sudamérica, con la excepción del tipo de cambio paralelo en Argentina y la devaluación del bolívar venezonalo. Se refleja el clima de desconfianza que generan los Gobierno de izquierda.
La apreciación relativa del dólar a nivel global impactó más que proporcionalmente en las economías más afectadas por la falta de confianza, entre ellas Colombia y Brasil, ambos países gobernados por presidentes socialistas. El peso colombiano acumuló una devaluación del 2,2% frente a la cotización del dólar desde el día 14 de abril, mientras que el real brasileño se depreció un 2,8%.
Fueron los desempeños más ruinosos de la región en los últimos siete días, ya que incluso superaron la devaluación acumulada del tipo de cambio oficial argentino en el mismo período (estimada en el 1,6% de acuerdo al régimen de crawling-peg del Banco Central) y excluyendo al caótico caso venezonalo.
El análisis se realiza sobre la base del tipo de cambio oficial de cada país, y se debe tener en cuenta que ni Colombia ni Brasil establecen restricciones para la compra y venta de divisas. Distinto es el caso de Argentina, ya que durante la última semana el tipo de cambio paralelo escaló de los $400 hasta los $448, con un récord de $450 en el momento más caótico de la jornada del viernes pasado.
Se debe tener en cuenta, además, que una devaluación de estas características es holgadamente superior en términos reales de lo que significa para Argentina, que mantiene una tasa de inflación anual 10 veces superior a la de Colombia y 20 veces más grande que Brasil.
La devaluación de la moneda en Colombia y Brasil refleja el clima de desconfianza en los Gobiernos de la izquierda, ya que se descuentan dos cosas fundamentales: una menor entrada de capitales, ya sea por restricciones o por una menor oferta de proyectos de interés en sectores estratégicos (como la energía), y en segundo lugar las perspectivas por un mayor desequilibrio de las finanzas públicas.
El Gobierno de Lula da Silva dispuso la eliminación de las reglas fiscales para el período 2023, elevó el techo del gasto público en 198.000 millones de reales hasta fin de año, aplicó retenciones a las exportaciones de petróleo y anuló por completo todas y cada una de las privatizaciones programadas por Bolsonaro (siendo Petrobras el caso más importante). Todas estas medidas desalientan la llegada de capitales y arrojan presión sobre el déficit fiscal.
El caso colombiano no fue diferente. El presidente Gustavo Petro decidió congelar deliberadamente el precio nominal de las tarifas de los servicios públicos, dispuso una reforma previsional que minimiza el rol del sector privado (la principal fuente de capitalización del país), y lanzó una reforma tributaria que penaliza especialmente la exportación y producción del sector petrolero (mediante regalías y cargas sobre dividendos).
La reducción esperada en el volumen de exportaciones petroleras en ambos países, así como la menor inversión extranjera directa (IED) y el mayor déficit fiscal son factores que presionan hacia la devaluación de las monedas domésticas.
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