Un nuevo estudio -que analizó los datos del ensayo histórico ASPREE- ha descubierto que el uso diario prolongado de ácido acetilsalicílico aumenta el riesgo de anemia en 20% en personas en su mayoría con más de de 70 años de edad. Advierten sin embargo que «los pacientes no deben cambiar su régimen de aspirina sin hablar con su médico de cabecera»
Aunque la aspirina ha ido perdiendo presencia en los botiquines de la mayoría de los hogares, sustituido por ibuprofeno o paracetamol cierto es que el ácido acetilsalicílico, principio activo de este medicamento, sigue siendo una pieza clave en aquellos que tienen riesgo de padecer problemas cardíacos.
Desde hace décadas los pacientes con enfermedad de la arteria coronaria toman una aspirina diaria para reducir el riesgo de ataque cardíaco y accidente cerebrovascular isquémico. Sin embargo, los expertos llevan años mostrando sus reticencias sobre los beneficios del ácido acetilsalicílico como preventivo para quienes no han sufrido un ataque cardíaco, un derrame cerebral o problemas cardiovasculares.
Un nuevo estudio -que analizó los datos del ensayo histórico ASPREE- ha descubierto que el uso diario prolongado de aspirina aumenta el riesgo de anemia en 20% en personas en su mayoría con más de de 70 años de edad. Estos resultados han llevado a los investigadores a pedir un control regular de la anemia en aquellos pacientes mayores que toman aspirina en dosis bajas.
El estudio, dirigido por la Universidad de Monash y publicado en Annals of Internal Medicine, siguió a 18.153 adultos mayores inicialmente sanos en Australia y Estados Unidos y registró incidentes de anemia durante un promedio de 4,7 años. Se encontró que el riesgo de desarrollar anemia era 20% más alto en el grupo de aspirina en comparación con los del grupo de placebo. La anemia puede afectar la función general y aumentar la fatiga, las discapacidades, los síntomas depresivos y los problemas cognitivos.
Además de un mayor riesgo de anemia, los análisis de sangre revelaron una disminución más rápida de la hemoglobina y niveles reducidos de ferritina (proteína que transporta el hierro) en el grupo de aspirina en comparación con el grupo de placebo, según informan en un comunicado.
La autora principal, la profesora asociada Zoe McQuilten, de la Facultad de Salud Pública y Medicina Preventiva de la Universidad de Monash, dijo que aunque el sangrado era un efecto secundario conocido de la aspirina, pocos estudios previos habían analizado el efecto del uso prolongado de aspirina en el desarrollo progresivo de anemia en personas mayores.
«Este estudio brinda una imagen más clara del riesgo adicional de volverse anémico con el uso de aspirina y es probable que el impacto sea mayor en los adultos mayores con enfermedades subyacentes, como la enfermedad renal», afirmó la profesora McQuilten, quien sin embargo advierte: «Los pacientes no deben cambiar su régimen de aspirina sin hablar con su médico de cabecera».
Por qué unos sí y otros no
La aspirina o ácido acetilsalicílico, principio activo de este medicamento, pertenece a un grupo de medicamentos conocidos como antiinflamatorios no esteroideos (AINEs) que se usa para el alivio sintomático de los dolores ocasionales leves o moderados, como dolores de cabeza, dentales, menstruales, musculares o de espalda (lumbalgia), así como estados febriles en adultos y adolescentes mayores de 16 años.
El doctor Marcelo Sanmartín Fernández, cardiólogo del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid, explicó en el último congreso eCardio23 que «la aspirina en dosis bajas es capaz de inhibir la función de las plaquetas, algo que no hacen los demás antiinflamatorios. Las plaquetas son elementos clave para la formación de coágulos en los vasos sanguíneos, especialmente los de las arterias», detalla el especialista.
Es decir, la aspirina impide que las plaquetas se agreguen y formen trombos que podrían obstruir, entre otras, las arterias coronarias (provocando así un infarto de miocardio o una angina de pecho) o las arterias cerebrales (dando lugar a un ictus). Por este motivo, indica el doctor Sanmartín, «se ha estudiado y reconocido su papel protector en el infarto de miocardio y el ictus».
Ese efecto de impedir que las plaquetas se agreguen -efecto antiagregante plaquetario- explica también por qué la aspirina puede producir hemorragias: si las plaquetas no se agregan, no se forman trombos que taponen las arterias o las venas en caso de hemorragia. En personas sin enfermedad cardiovascular conocida, no se recomienda el uso generalizado de la aspirina para prevenir infartos o ictus porque el riesgo de hemorragias supera al posible beneficio del fármaco.