De pie en un andén del metro en las profundidades de Times Square, Natalí Tualombo, una inmigrante recién llegada de Ecuador vendía botellas de agua y refrescos de una hielera. Su hijo de 4 años estaba sentado a sus pies.
Esta imagen se ha tornado en una escena cada vez más familiar en la ciudad de Nueva York, donde casi 120.000 migrantes han llegado desde la primavera de 2022. Tualombo dijo que había decidido ganar dinero de esta manera después de tener problemas para encontrar un trabajo de limpieza.
A menudo elude no solo a la policía, sino también a otros vendedores dentro de la estación de la calle 42. Se trasladó a este andén después de que un vendedor de frutas que llevaba mucho tiempo en un andén cercano la acusara de invadir un terreno ya ocupado, amenazara con llamar a la policía para que se llevara a su hijo y empezara a vender botellas de agua para competir directamente con ella, contó Tualombo.
Tualombo, de 23 años, tiene miedo de seguir vendiendo, pero no tiene muchas opciones. Su marido suele volver a casa con las manos vacías tras buscar trabajo de jornalero. Le lleva una manzana a su hijo para que coma mientras ella trabaja, en ocasiones hasta las 10:00 p. m., para intentar ganar al menos 60 dólares al día.
“Aquí no avanzo”, dijo Tualombo mientras un tren del metro pasaba chirriando cada pocos minutos. “Por estar sufriendo aquí con mi hijo, busco trabajo, y no encuentro”.
En muchos rincones de Nueva York, la señal más visible de la crisis migratoria en la ciudad se encuentra en las calles y en el metro, donde un flujo de recién llegados ha estado buscando diferentes maneras de ganarse la vida. Ante un proceso desalentador para obtener un permiso laboral formal, muchos migrantes se han unido al competitivo mundo del comercio ambulante, vendiendo dulces, frutas y bebidas, a menudo con niños pequeños a cuestas.
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