Opinion

Análisis de entorno: La izquierda volvió a perder por paliza

La derrota de los demócratas no fue una mera cuestión de votos más o votos menos, sino de haber perdido el contacto con el votante promedio norteamericano y especialmente con el votante promedio demócrata

Por Benjamín Tripier

Entre las diferentes lecturas que explican la victoria electoral arrasadora de Donald Trump, además del tema de la economía, está el pronunciado giro hacia la izquierda que con la dupla Biden-Harris dio el partido demócrata acercándose más a posturas woke que a posturas centro.

Porque el giro a la izquierda dejó fuera de base al grueso del votante demócrata que siempre había sido de centro, y en ese espacio no hubo respuestas para ese grupo, porque Kamala Harris no las tenía. Ella se sentía y se siente más cómoda con los Bernie Sanders y los Juan González de este mundo, que con los Obama o los Clinton, cuyo perfil realmente representaba al votante demócrata promedio.

Tanto es así que una parte importante del público latino, afroamericano y femenino con los cuales contaba Harris no se sintieron representados y votaron por Trump.  A lo anterior hay que sumarle el giro hacia el centro derecha de las nuevas generaciones que comenzaron a entender que la izquierda “habla bien, pero ejecuta mal”.

Entonces la derrota de los demócratas no fue una mera cuestión de votos más o votos menos, sino de haber perdido el contacto con el votante promedio norteamericano y especialmente con el votante promedio demócrata.

 

Esta elección ganada por paliza, es la tercera de una serie de victorias arrolladoras del centro derecha por sobre las izquierdas en nuestro continente americano. La primera hace menos de un año fue la de Milei en Argentina, seguido por la de María Corina Machado-Edmundo González Urrutia en Venezuela, y esta última en los Estados Unidos.

De los tres países mencionados la institucionalidad más fuerte es la de Estados Unidos, seguida por la de Argentina y finalmente y casi totalmente destruida, la institucionalidad de Venezuela. Y es por eso que no cabe duda que Trump asumirá a la presidencia el próximo 20 de enero, así como Javier Milei la asumió el 10 de diciembre de 2023.

 

Mientras que la toma de posesión en Venezuela el próximo 10 de enero aún está en veremos porque el chavismo se niega a entregar el poder valiéndose de diferentes argucias. Pese a que saben -aunque lo nieguen- que también perdieron la elección por paliza.

No cabe duda que la relación entre Trump y Milei se dará en forma fluida lo cual debería beneficiar a la relación entre los dos países que representan, asegurándose ambos de lograr los objetivos comunes y trabajar proactivamente en aquellos que no lo son tanto.

Mientras que en el caso de Trump y  Edmundo González deben construir una arquitectura que le haga difícil al chavismo, dirigido por Diosdado Cabello y representado por Maduro, mantenerse en el poder a partir del 10 de enero próximo, porque ese día para 70% de los venezolanos y para 100% de los países relevantes también termina la conflictiva presidencia de Maduro, quien ya en el 2018 se apropió de la presidencia y ahora en el 2024 quiere repetir esa experiencia.

 

Lo relevante para Venezuela de esta nueva etapa de Trump es que es muy difícil que acepte negociar con Maduro, porque cuando le toque asumir el 20 de enero ya se sabrá, si ese escenario se sostiene, con que Maduro es un presidente de facto, mientras Edmundo González en cualquier condición que se encuentre para esa fecha, será el presidente legítimo elegido en forma masiva por el pueblo de Venezuela.

Si bien estamos concentrando el punto de palanca de la relación bilateral Estados Unidos Venezuela en la figura de Trump, no hay que olvidarse que entre los resultados colaterales de la elección norteamericana está el haber obtenido mayoría en ambas cámaras en las cuales ya desde hace tiempo hay acuerdos bicamerales y bipartidistas para lograr la salida del chavismo sin que necesariamente haya que recurrir a la violencia.

De hecho, hay un paquete legislativo en vías de aprobación que prohíbe a Estados Unidos la compra de petróleo venezolano, así como la formalización legislativa de las sanciones de la OFAC.

 

Y figuras relevantes como Rick Scott y Marcos Rubio serán quienes lleven el leading voice  en la relación con Venezuela, país sobre el que Trump conoce todos los detalles con conciencia de que la etapa en la que le toca gobernar, es la etapa final del chavismo en el poder.

Porque ninguna de las anclas con las que se mantiene es sustentable. Porque perdió el apoyo popular porque estará cada vez más limitado económicamente y porque en realidad solo cuenta con una parte limitada de la Fuerza Armada Nacional que se ha convertido en una zona ciega que pudiera darle una sorpresa a la hora de apelar a ella para sostenerse.

Porque todo indica que el tema Venezuela no estará entre las prioridades del presidente Trump por lo que se fortalece la idea de que quede en manos de los mencionados Rubio y Scott. Lo cual significaría que las acciones serán contundentes y de acción inmediata sin descartar la participación de Erik Prince y su grupo de soldados sin bandera en la búsqueda de cobrar las recompensas por las cabezas de la revolución bolivariana.

Claro que todo lo anterior recién podrá ocurrir a partir del 20 de enero y que mientras tanto hay 75 días de gobierno de Biden (incluyendo el tema Venezuela) quién ya sabiendo que tiene que dejar el poder en manos de los republicanos se sentirá libre de operar lo que le queda de gobierno más pensando en su legado que en el beneficio tanto de su pueblo como del sufrido pueblo de Venezuela.

En esos 75 días aún pueden pasar cosas fronteras adentro de Venezuela donde los trascendidos indican que hay operadores internacionales trabajando en aproximar posiciones sin que haya cambios en la cúpula, pero sí permeabilidad y flexibilidad en los mandos medios del chavismo.

Porque el próximo 10 de enero, fecha en la que le toque asumir a Edmundo González Urrutia, se da bajo el gobierno de Biden quien tendrá la responsabilidad de administrar un tema conflictivo que podría quedar resuelto bajo su gobierno o qué lo dejará para que Trump lo maneje.

Con todas las cartas sobre la mesa, unas descubiertas y otras tapadas, se podría anticipar que el 10 de enero Maduro se negará a entregar el poder y que el gobierno de Biden lo condenará de forma tal que cuando asuma Trump con sus halcones anti chavistas, se conviertan en un tsunami para la revolución en general, pero para los dirigentes chavistas en particular.

Sigue sin cambios el que la jefatura de la revolución está en manos de Diosdado Cabello y sus radicales que sostienen la posición de retener el poder a cualquier costo. Así como se mantiene la posición de Maduro de estar dispuesto a reconocer la victoria de Edmundo González y entregarle el poder el próximo 10 de enero.

Lo que finalmente ocurra internamente entre los 60 y los 75 días será el resultado de la pulseada entre estos dos grupos de poder y sus capacidades de conseguir oportunidades que les sirvan a los chavistas que son los que tienen todo para perder y poco o nada para ganar.

El mensaje de felicitación de Maduro a Trump incluye implícitamente su decisión de quedarse en el poder y que con quien habría que negociar sería con él. Lo que no reconoce en el mensaje es que la etapa de negociación con el chavismo ya se agotó por la falta de credibilidad. Para la relación con Estados Unidos el tiempo de las palabras ya pasó porque no hay mucho más para decir; y ahora viene el tiempo de las acciones.

Nicolás Maduro victoria Donald Trump elecciones EEUU

EFE/ Prensa Miraflores

Político

Les decía que la victoria de Trump se inscribe en el cambio de los tiempos donde los pueblos de nuestra América ya desilusionados con la izquierda, hacen movimientos firmes hacia el centro y hacia la derecha.

En el caso de Venezuela el liderazgo político en manos de la izquierda, ya sea por ceguera o por arrogancia, no se dio cuenta de que las bases populares los habían abandonado. Lo mismo está ocurriendo con el liderazgo militar que sigue pegado a la izquierda, aunque sus bases aún no se han pronunciado todo indica que están muy lejos de apoyar la barbarie que caracteriza a lo que va quedando de la revolución bolivariana.

Y un tercer ámbito que es el empresarial cuya dirigencia sigue pegada y apoyando a la izquierda cuando con cualquier empresario con el que se hable, piensa todo lo contrario y les da temor que se los asocie con personajes que violan sistemáticamente los derechos humanos, y que han naturalizado el que sean buscados en el resto del mundo no solo por ese tema sino también por lavado de dinero por terrorismo y por narcotráfico.

En los tres ámbitos que les mencioné sus cúpulas se están inmolando con el chavismo mientras sus bases con profundo sentimiento patriótico y sorprendidos -al haber salido del síndrome de Estocolmo que los tenía cautivos- conforman ese 70% de votos por la libertad que 90 días después del 28 de julio ya deben ser muchos más porque todos los días hay un chavista desilusionado que cambia de bando; así no lo declaren públicamente por temor al nivel de daño que el chavismo le está ocasionando al pueblo de Venezuela.

Del título anterior -de lo político- se desprende la brecha entre la dirigencia de izquierda y las bases que supieron acompañarla; en lo político, ya lo vimos a través de las elecciones, que el pueblo abandonó a esa dirigencia y la dejó por su cuenta.

En la parte militar, que se ha convertido en una caja negra, y la dirigencia militar sigue enganchada con la izquierda; y en la parte empresarial independientemente de las declaraciones públicas, en las declaraciones privadas se entiende que el ejercicio de la dirigencia empresarial de estar tan pero tan cerca del gobierno chavista, en las condiciones especialmente salvajes de represión, también está tomando distancia la base de la parte de arriba.

Social

Vamos a seguir con la referencia de que hoy en día convivimos en Venezuela 26 millones de habitantes de los cuales 21 millones están en situación de pobreza; pero de pobreza grave;,de pobreza de no comer.

A los otros 5 millones podríamos distribuirlos en un grupo del orden de las 400.000 personas con ingresos gigantescos que son de distinto tipo de origen. Ahí tienes desde enchufados hasta lo que se te ocurra, pero esas son los 400.000 que mueven el país, algunos son honestos y de tradición, y otros son todo lo contrario. Y en el medio hay algún grupo que se mueve entre lo delictual y lo honesto.

En nuestros países latinoamericanos con instituciones muy débiles se ha generado la costumbre de solucionar algún tipo de obstáculo de trámite mediante el dinero, y eso es lo que va generando una cultura en la cual está tan internalizado el concepto de pagar para que se solucionen cosas que solamente empresas muy sólidas y personas moralmente muy sólidas, son las que no dan un paso que no sea este estrictamente legal y reprochable. De todos modos, esas 400.000 personas son las que mueven el país.

Esas 400.000 personas les pagan a unas 2 millones de personas para que muevan las empresas a través de un encadenamiento donde reciclan el dinero. Las cuales a su vez contratan a unos 2,6 millones de personas más, para el total de los 5 millones que se constituyen en la economía del país.

Los 400.000 iniciales no tienen límites porque son fortunas gigantesca de miles de millones de dólares o de cientos de millones de dólares; mientras que la siguiente capa la de los dos millones de personas son los que algún economista esta semana mencionó que son los que tenían 1.000 dólares de ingresos. Y posiblemente los siguientes 2,6 millones contratados por ellos, sean los que este economista decía que tenían los 300 dólares por mes de ingresos.

Lo cierto es que eso es lo que estamos viendo: una economía muy pequeñita, porque los otros 21 millones prácticamente reciben un derrame mínimo de lo que les ocurre los 5 millones de la parte de arriba.

Lo anterior se comprende mejor si entendemos que Venezuela es como si fuera un carro que tiene arriba 21 millones de personas, y es arrastrado por 5 millones; sacar a alguien de la pobreza lo baja del carro y se pone a empujar; eso hace que el carro sea más liviano que haya alguien más empujando y se mueva más rápido; que es lo que se puede llamar crecimiento.

Lo que está pasando con mucha frecuencia, tristemente, es que gente que estaba empujando el carro ya no puede hacerlo y se tiene que subir. Vamos a pensar que hay una especie de nicho flotante de gente que todos los días pasa de pobre a clase media, y gente de todos los días pasa de clase media a ser pobre.

Si hubiera que pensar en la salida crítica de la pobreza sería trabajándolo directamente sobre los 21 millones y no sobre los 4,6 millones. Porque esos 21 millones son una población estable que va a durar mucho tiempo -posiblemente más de una generación- en dejar de ser pobre y debería crearse un mercado a estos efectos.

La semana pasada les comentaba sobre los benchmarks y hablaba de Bangladesh como un caso especial en el cual, con decenas de millones de personas en pobreza, se logra administrarla y sacarlos de la pobreza. No manejarlos y administrarlos para que sigan siendo pobres sino, para que dejen de ser pobres.

Económico 

El índice de inflación y el nivel de precios son conceptos relacionados, pero diferentes en el ámbito económico:

  1. Índice de inflación: es una medida que refleja el cambio porcentual en el nivel de precios de una canasta de bienes y servicios durante un período determinado. Se utiliza para evaluar el aumento o disminución de los precios en la economía y se expresa generalmente en términos anuales. Un aumento en el índice de inflación indica que el costo de vida está aumentando.
  2. Nivel de precios: se refiere al valor absoluto de los precios de los bienes y servicios en un momento específico. Es un indicador que se puede observar a través de un índice, como el Índice de Precios al Consumidor (IPC), pero por sí solo se refiere a la cantidad específica que se puede pagar por bienes y servicios en un punto del tiempo.

El nivel de precios es una instantánea de los precios en un momento dado, mientras que el índice de inflación mide la variación de esos precios a lo largo del tiempo. Y es posible que el índice de inflación y el nivel de precios puedan no coincidir en ciertos contextos. Esto puede ocurrir por diversas razones:

  • Variación temporal: el nivel de precios es una instantánea en un momento específico, mientras que el índice de inflación mide la variación acumulada de esos precios a lo largo del tiempo. Por ejemplo, si el nivel de precios actual es más alto que en el pasado, pero la tasa de inflación ha sido baja recientemente, puede haber discrepancias.
  • Cambios en la canasta de bienes y servicios: los índices de inflación se basan en una canasta específica de bienes y servicios que puede cambiar con el tiempo (debido a ajustes en la metodología estadística, cambios en el consumo, etc.), lo que puede llevar a que el índice de inflación no refleje completamente las variaciones en el nivel de precios de otros productos o servicios.
  • Efectos de políticas económicas: las políticas monetarias y fiscales pueden influir en la inflación sin afectar directamente el nivel de precios de inmediato. Por ejemplo, los precios pueden estabilizarse a pesar de un incremento en la oferta monetaria.
  • Causas externas: Factores como crisis económicas, desastres naturales o situaciones geopolíticas pueden afectar de forma desproporcionada los precios de ciertos sectores, lo que puede no estar adecuadamente reflejado en el índice de inflación general.

Por lo tanto, aunque están relacionados, el nivel de precios y el índice de inflación pueden tener discrepancias debido a estas y otras razones.

El salto de la inflación entre los dos meses que pasaron de 3,5 a 9,6% no es más que un indicativo del efecto de resorte apretado que les vengo indicando hace tiempo y la fragilidad o la volatilidad de los índices que se van publicando.

Más que nada por la falta de información confiable y porque permanentemente hay que estar triangulando, pero digamos que cuando uno empieza a notar que hay un choque entre los números que se publican y la realidad diaria de bolsillo, se nota que uno de los dos valores se está haciendo manipulado.

Y seguramente no es el del bolsillo porque, si no la persona no compraría. Es decir, el del bolsillo es el verdadero porque es lo que la persona está dispuesta a pagar y comprar y por eso compra y cierra la operación. Mientras que el otro es un conjunto de elucubraciones aritméticas que sirven para llegar a establecer algún tipo de continuidad o de lectura que no son representativas de la realidad actual ni la proyectada.

En una economía monetaria donde permanentemente oscilan en más de 50% la cantidad de efectivo en dólares circulando; y donde la masa monetaria en bolívares es inferior a la que circula en dólares, tratar de llegar a conclusiones y hacer aseveraciones sobre inflación no parece ser un método que gane la confianza de la gente que tiene que administrar su propio presupuesto personal a partir de los ingresos que tiene.

Porque más parece una estrategia comunicacional tratando de hacer sentir que la parte económica está controlada cuando estamos muy pero muy lejos de que eso sea así; hay una capa transaccional de última milla que es la que está moviendo la economía en su conjunto y se llega a conclusiones sobre economía sin un plan económico, sino con una rutina de sostenimiento del tipo de cambio a partir de la cual, y con ese anclaje, se sostiene todo el resto de la economía.

Lo cual es muy vulnerable y permite que pasen cosas como la que nos van a empezar a pasar más profundamente cuando empiece a cortarse el ingreso en dólares como seguramente va a ocurrir por aquello de las sanciones y especialmente las sanciones con la victoria de Trump que podría condicionar la participación de Chevron, Maurel, Eni y Repsol.

En el caso del Trump uno pensaría que se van a descontinuar este tipo de operaciones de libertades para mover el negocio petrolero; y vamos a estar en una situación que se va a empezar a parecer a la de Cuba en la actualidad.

En definitiva, no reconocer la realidad impulsa a que el conjunto de contradicciones en el manejo de las cifras de crecimiento, de inflación y de tipo de cambio, llevan a una confusión que los que tenemos una lectura un poco más dura de la economía no nos lleva a una conclusión diferente del señor o la señora de la calle que tiene que comprar sus medicinas y sus alimentos.

Algo no está bien en la manipulación de cifras, indicadores y tendencias.

Trump

Foto AFP

Internacional

El tema internacional por excelencia esta semana es la elección por mucha diferencia y con mucha contundencia de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos, y contando con el apoyo de las dos cámaras y en algunos temas como Venezuela, con el apoyo de los dos partidos.

Sería razonable pensar que, desde su última presidencia hasta ahora, Trump debe haber evolucionado su pensamiento y no necesariamente continuar por la misma vía que había decidido tomar cuando fue presidente por primera vez; cuando generó una cantidad de situaciones disruptivas que ocasionaron inquietud y quitaron certezas sobre temas que tradicionalmente habían estado estabilizados. O sea que la primera presidencia de Trump en lo internacional generó confusión.

Para esta segunda presidencia podemos pensar que sin perder alguno de los impulsos naturales de la primera, debe haber habido algún tipo de evolución y encontrarse que al mismo tiempo que él pueda haber estado evolucionando internamente, el mundo también fue cambiando y los accesos a la información que tenía cuando era el presidente, dejó de tenerlo cuando dejó de serlo.

Por consiguiente, deberíamos por lo menos hacer alguna reflexión o pensamiento especulativo en voz alta sobre qué podría pasar en su segunda presidencia en términos de los conflictos más importantes.

El primero en el conflicto Ucrania y Rusia donde como candidato y en campaña seguía hablando de solucionarlo en 24 horas; y para solucionar un conflicto de ese calibre en 24 horas significa necesariamente la rendición inmediata e incondicional de uno de los dos; no hay otra manera de que en 24 horas se solucione.

Y como difícilmente esto vaya a ocurrir, lo más probable es que se tome más de 24 horas y que los temas que tenía en mente antes de asumir la presidencia es posible que él deba cambiar el enfoque de campaña por el enfoque de gobierno; en cuyo caso pareciera que su vieja tendencia a tratar de abandonar la OTAN le va a cambiar.

Y lo mismo el tema de apoyar a Ucrania posiblemente siendo la potencia más fuerte de la alianza atlántica es posible que tenga enfoques para cambiar. Pero esos enfoques difícilmente pasen por que Europa se pueda permitir el lujo de una Rusia, ya con la inercia de la guerra encima, si se bajaran, aunque sea conceptualmente, las líneas de defensa de Europa, no cabe duda que, por el perfil personal de Putin, atacaría a Europa.

En definitiva, sin abandonar lo disruptivo de su accionar lo más probable es que la manera de involucrarse Estados Unidos en este conflicto sea más directa y más asertiva que es la que pueda haber tenido Biden.

En el caso de Israel e Irán el apoyo irrestricto a Israel trae automáticamente la continuidad como política de estado de apoyar a Israel y evitar que Irán y termine desarrollando el armamento nuclear, cosa que la estrategia exterior de Biden había permitido con cierta laxitud.

Si bien está claro que estamos especulando sobre el cual podría ser la política de Trump, lo cierto es que si Israel sigue con su misma posición de atacar a Irán -o de ir respondiendo ataque por ataque estando pendiente de un ataque de Irán de respuesta- lo más probable es que se incorpore en este conflicto mucho más directamente que en el conflicto de Ucrania; pensando que el problema de Ucrania debe recargarse principalmente en Europa, mientras que el problema de Israel cae directamente en los Estados Unidos.

En cuanto al tema China-Taiwán, la dureza con la que Trump ha ido tratando a China ha sido principalmente en lo que se llaman las guerras comerciales, donde las sanciones y los aranceles se convierten en las herramientas. Pero sin dejar de lado que debe mostrar fortaleza militar para tener que evitar usar la fuerza militar.

En el caso de China, mostrar para no tener que usarla: mientras que en el caso de Irán, mostrar para usarla; y en el caso de Ucrania es apoyar a Europa y dejarle el problema en manos europeas.

En cuanto a Venezuela no cabe duda que se vaya a utilizar una posición de fuerza extrema, profundizando las sanciones, pero ya en el marco -como les decía al principio- de una institucionalidad sólida legítima y apoyada por el pueblo, que tendría que impulsar.

Lo cierto es que la política para con Venezuela todo indica que va a ser de muchísima dureza tratando de conseguir un cambio de gobierno lo más rápidamente posible, y eso dentro de una política más amplia que tiene que ver con que China no esté presente en Latinoamérica.

Recomendación

  • Al gobierno: que entregue los salvoconductos a los seis asilados en la embajada Argentina bajo custodia de Brasil, así se cierra esa etapa y se quita un punto extra de presión… claro, a menos que quieran usarlos como carta de negociación.
  • A la dirigencia opositora: que formalice las reuniones con el nuevo equipo de Trump utilizando como enlace al senador Marco Rubio, a quien la oposición conoce bien, y que tiene un gran ascendiente sobre Trump. Se especula que inclusive pudiera ser el nuevo secretario de Estado.
  • A la dirigencia empresarial: que tome distancia de las reuniones amistosas con el gobierno, porque ya, a estas alturas, no puede cumplirles con ningún ofrecimiento, y, por el contrario, puede causar daños por las disputas internas que llevarán al desplazamiento del actual staff económico. La entrada de Gustavo González López (hombre de confianza de Diosdado Cabello) a Pdvsa es un avance que terminará con un nuevo movimiento en el equipo petrolero.

 

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