Las fintechs ya no son pequeños emprendimientos para un nicho, sino una gran industria que está conquistando una gran porción del mercado y la banca tradicional ya lo sabe. Si bien la gran mayoría busca colaborar con los nuevos actores disruptivos, en América Latina empiezan a aflorar los conflictos entre ambos. Y Argentina, Brasil y Chile han sido los escenarios.
En América Latina ya existen 1.524 instituciones que ofrecen servicios financieros digitales, o más conocidas como fintechs, según el estudio desarrollado por Finnovista, la consultora de innovación y startups. En este contexto, es común escuchar la expresión de voluntad de las grandes compañías tradicionales –tanto financieras como de otras industrias– de colaborar con emprendedores, fomentar la innovación y crear nuevos productos y servicios para el beneficio de los clientes.
Mayormente, es cierto. “Son menos aquellas instituciones que buscan trabar la innovación mediante gatekeeping”(el control de acceso), dice Ignacio Carballo director del programa ejecutivo en fintech y digital banking de la Universidad Católica Argentina e investigador del centro de estudios de la estructura económica de la Universidad de Buenos Aires. “No digo que no lo haya, pero los bancos más innovadores se han aliado rápidamente a las fintech en todo latinoamérica e incluso aquí en Argentina”, añade.
Pero, cada vez más, las compañías fintech se vuelven más poderosas. Por ejemplo, el brasileño Nubank es el neobanco más valioso mundo, con US$ 30.000 millones en valuación, Mercado Pago, el brazo financiero de la gigante argentina Mercado Libre, es la mayor billetera electrónica de la región, y, recientemente, la brasileña de pagos Ebanx anunció una mega ronda de US$ 430 millones, previa a su salida a la bolsa en Estados Unidos.
Y este poder podría empezar a representar una amenaza, que estaría dando lugar a no pocas tensiones entre los nuevos jugadores y los tradicionales. Para unos se trata de nivelar “la cancha” con las fintechs y para otros establecer barreras a su expansión.
“La innovación genera resistencia y, ante ello, la banca tradicional reacciona de manera temerosa y sin argumentos totalmente sólidos para justificar la existencia de una supuesta competencia desleal de las startups”, dice Macarena Iturra, directora del área de litigios de DLA Piper, la firma global de abogados. “Al contrario de lo que argumenta la banca tradicional, las startups ofrecen -en la mayoría de los casos- soluciones innovadoras que generan mejoras sustanciales en los nuevos modelos de negocio”, añade.
ARGENTINA
El conflicto más reciente entre la banca tradicional y la fintech en Argentina se dio en julio de este año cuando la Asociación de Bancos de la Argentina (ABA) y la Asociación de Bancos Argentinos (Adeba) escribieron una carta al Banco Central solicitando mayor control a las startups financieras , a través de la restricción de transferencias entre las cuentas bancarias (CBU) y digitales (CVU).
Las entidades bancarias privadas sostuvieron que existe evidencia de fraude: “La interoperabilidad de alguna manera facilitó la concreción de ilícitos vinculados a estas empresas que brindan diferentes servicios financieros”, aseguraron.
Las compañías que ofrecen el servicio de billeteras digitales –actualmente existen más de 14 millones de cuentas virtuales en el país– respondieron que la petición es anticompetitiva. Además, la Cámara Argentina Fintech (CAF) denunció que “algunos bancos están incumpliendo la normativa vigente y limitando las transferencias de sus usuarios hacia cuentas virtuales”
BRASIL
Durante septiembre, las calles y la red social LinkedIn fueron el campo de batalla entre la banca tradicional y las fintechs brasileñas. El primer golpe lo dio el brazo financiero de Mercado Libre en Brasil, Mercado Pago, cuando decidió colocar a una persona disfrazada de dinosaurio en frente de algunas agencias bancarias. La afrenta es especialmente delicada porque los dinosaurios son símbolos despectivos usados en el mundo emprendedor para denominar a aquellas empresas tradicionales (lentas, grandes y antiguas).
Además, Zetta, la asociación creada por Nubank y Mercado Pago, escribió en Twitter: “La verdad sobre asimetrías: tasas de los grandes bancos, que reclaman pérdida de competitividad, saltan sobre la inflación durante la pandemia, mientras las tasas de las fintechs son mantenidas”.
Ante la provocación, en un post de LinkedIn, la Federación Brasileña de Bancos (Febraban) respondió: “Zetta, ¿quieres hablar de la ‘verdad’? Tú no lo dices a nadie, ¡pero nosotros sí lo decimos!” seguido por una serie de acusaciones de que las grandes fintechs, como Nubank, se benefician de ventajas impositivas y en regulación, como tampoco requieren seguir las mismas reglas de contratación que los bancos tradicionales, pese a que “tienen la cara, porte, productos y hasta nombre de banco”.
“La verdad verdadera es que a las grandes fintechs les gusta pagar apenas la “media entrada” y en nada se diferencian de los bancos”, espetó la organización.
Zetta respondió a través de la misma red social argumentando que la asimetría regulatoria favorece a los bancos tradicionales, con ventajas competitivas y económicas. Además, la asociación afirmó que las tasas de interés de las fintechs son menores que las del banco y las startups pagan más impuestos.
Finalmente Zetta afirmó que las fintechs no cuentan con las ventajas regulatorias que tienen las tradicionales. Por ejemplo, no pueden usar valores depositados en sus cuentas para entregar crédito y tienen una exigencia de capital de hasta 40% mayor que los bancos tradicionales.
CHILE
En Chile, el conflicto se dio en una dimensión diferente a los casos anteriores: en vez de instituciones financieras versus startups, los protagonistas fueron los grandes retailers del país.
El viernes 23 de julio, la Asociación de Empresas de Innovación Financiera de Chile (FinteChile) presentó una denuncia ante la Fiscalía Nacional Económico (FNE) acusando a las compañías como Walmart, Tottus, Unimarc, Jumbo y Santa Isabel de no estar aceptando tarjetas de prepago emitidas por los emprendimientos. Una “discriminación injustificada”, dijo la asociación.
Ante la acusación, la cadena de supermercados Walmart Chile respondió que no había percibido interés de los clientes por utilizar tarjetas de prepago y que, además, este medio de pago estaría asociado a un aumento de costo de los productos, ya que las tarjetas de prepago tienen un costo “desproporcionado e injustificado” por encima del estándar internacional.
Otro ejemplo del conflicto entre la fintech y actores tradicionales estuvo protagonizado por la institución estatal Banco Estado, que bloqueó las conexiones de las fintechs Khipu, Floid, Fintonic y ETPay, argumentando que no tenían el nuevo estándar de ciberseguridad del banco y significaban un riesgo de fraude a sus clientes.
La estatal logró cerrar un acuerdo con las fintechs afectadas para realizar operaciones de open banking, pero en la Corte de Apelaciones de Santiago todavía está cursándose un recurso de protección introducido por Khipu y la Corporación Nacional de Consumidores y Usuarios de Chile (Conadecus) afirmó que no descarta medidas contra el Banco Estado.
“En Chile se está desnaturalizando el objetivo esencial de un gatekeeping”, dice Macarena Iturra de DLA Piper.
Según la experta, las regulaciones deben garantizar el control y evitar la combinación de datos, así como permitir a las empresas usuarias ofrecer sus servicios a usuarios finales en condiciones de equidad, pero “lamentablemente, en Chile la regulación es reactiva y demasiado reciente, lo que genera que quienes debieran ser supuestos ‘guardianes’ de la regulación de una plataforma esencial tienden a restringir y controlar la competencia”.
Pese a que Iturra lamenta la insuficiencia de la regulación doméstica para promover y garantizar una competencia sana y leal entre las industrias tradicionales y las fintechs, celebra el marco regulatorio impulsado por la Comisión para el Mercado Financiero (CMF), aunque afirma que debe ir perfeccionándose.
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