La Reserva Federal dispuso de un aumento de 25 puntos básicos sobre la tasa de política monetaria, llevándola al nivel más alto de los últimos 16 años. La inflación está comenzando a ceder en todos los indicadores disponibles, aunque aún se encuentra lejos de la meta fijada por la FED.
El presidente de la Reserva Federal Jerome Powell se mostró inflexible por perseguir el principal objetivo de la institución que preside: estabilizar el nivel de precios y converger a una inflación interanual que no supere el 2%. A estos efectos, la FED autorizó un aumento de 25 puntos básicos sobre la tasa de política monetaria, incluso a pesar de la crisis bancaria y los problemas de liquidez sobre el sistema financiero.
Se fijó un rango máximo de 5,25% y un mínimo de 5% para la tasa de los bonos federales, con lo cual la tasa efectiva de la política monetaria se situó en medio de ambos parámetros. Aún así, el ritmo de aumento de las tasas se viene desacelerando progresivamente desde febrero, y las expectativas de mercado sugieren que prontamente finalizará el ciclo de aumentos.
Sin importar los temores por una eventual recesión o la propagación de la corrida bancaria en grandes instituciones, el objetivo más importante de la FED de Powell es corregir el drástico nivel inflacionario, al cual se llegó luego de la financiación de los estímulos fiscales a partir de maniobras de flexibilización cuantitativa (QE por sus siglas en inglés) entre 2020 y 2021.
El último dato de la inflación interanual minorista correspondiente a marzo arrojó una variación del 5%, habiéndose reducido con respecto al 9,06% observado en junio del año pasado. Los precios minoristas observan ahora tasas de variación mensual más cercanas a las que había antes de la pandemia, pero la variación interanual continúa muy alejada de la meta de 2% determinada por la FED.
El aumento anual del IPC núcleo (que no incluye los precios de la energía y los alimentos) llegó al 5,6% en marzo y aún sigue fuera del rango objetivo. Asimismo, los precios mayoristas aumentaron un 2,7% interanual en marzo y la inflación subyacente sobre este segmento del mercado marcó un aumento interanual del 3,4% en el mismo período. La tasa de interés comienza a aparejarse con las principales métricas inflacionarias.
Un segundo determinante para justificar el aumento de tasas es el comportamiento de las expectativas de inflación, que siguen en niveles anormales y desancladas del objetivo oficial. La Reserva Federal de Nueva York estima que la inflación esperada a 12 meses fue del 4,7% en marzo, mientras que el sondeo de la Universidad de Michigan calcula un 4,6% al término de abril. Ambos indicadores se situaban entre el 2% y el 3% antes de la pandemia, por lo que todavía no se retornó a una situación de normalidad.
La falta de disciplina fiscal patrocinada por el Gobierno de Joe Biden produce un gran y severo impacto sobre el canal de transmisión de la política monetaria vinculado a las expectativas, y es por esta razón que todavía muestran una cierta rigidez hacia la baja.
El impacto fiscal de la pandemia se asemeja al que tuvieron las grandes guerras mundiales, pero en lugar de retornar al equilibrio fiscal como ocurrió en 1920 y 1946, Biden decidió tomar un camino diametralmente opuesto y el déficit fiscal del Gobierno federal alcanzó un récord de casi el 7% del PBI en marzo.
Por otra parte, la economía estadounidense se desaceleró notablemente al término del primer trimestre de 2023, y las probabilidades de recesión aumentaron al 65% según calcula el Fondo Monetario Internacional.
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