El próximo 30 de octubre los brasileños deberán elegir entre volver al modelo económico que desencadenó la crisis económica en 2015 y 2016, o continuar por el sendero reformista de Jair Bolsonaro.
En vista a la segunda vuelta electoral en Brasil, los brasileños deberán escoger entre el modelo del Foro de Sao Paulo representado por Lula da Silva y el PT, y el sendero de las reformas estructurales encabezado por Jair Bolsonaro y sus ministros.
A pesar de haber heredado una estructura económica reformada durante la década de 1990, 13 años de Gobierno ininterrumpidos del PT terminaron por quebrar la tendencia de crecimiento de Brasil, así como los cimientos básicos que quedaban de las administraciones anteriores.
Muy por el contrario, el presidente Bolsonaro heredó una situación virtualmente opuesta y bajo el desafío de volver a llevar a cabo las reformas estructurales ceñidas en el Consenso de Washington, un modelo económico que había sido desmantelado por la administración del Foro de Sao Paulo.
Los resultados del PT contra los resultados de la agenda Bolsonaro
Disciplina fiscal
Las reformas económicas de Brasil durante la década de 1990 consolidaron el superávit primario de las finanzas públicas. La administración del PT supuso un corte abrupto con el modelo, y a partir de 2015 Brasil incurrió en déficit operativo por primera vez desde 1990 (sin incluir el pago de intereses).
La fuerte caída de la actividad económica provocó un derrumbe en la recaudación fiscal, y el tamaño del gasto federal alcanzó el valor más alto de la historia. El déficit primario acumulado de 12 meses alcanzó casi el 3% del PBI en agosto de 2016, el último mes de mandato de Dilma Rousseff.
Bolsonaro siguió el camino contrario. El programa liberal del ministro Paulo Guedes garantizó la disciplina fiscal, y consolidó un superávit primario de hasta 1,2% del PBI para julio de 2022.
Estos resultados fueron conseguidos incluso a pesar del violento shock provocado por la pandemia a partir de marzo de 2020. La administración Bolsonaro no solo logró revertir el desequilibrio fiscal asociado a la pandemia, sino que revirtió la situación previa a la crisis de 2015.
Estabilidad de precios
Tras el estallido de la crisis del PT, los mercados desataron una fuerte corrida contra el real y la inflación trepó al 11,3% interanual para enero de 2016, sin pandemia y sin shocks exógenos.
La falta de independencia del Banco Central de Brasil obligó a la autoridad a monetizar todos aquellos desequilibrios fiscales que no pudieron ser financiados con recaudación genuina o colocación de deuda.
La crisis provocada por la pandemia en 2020 obligó a las autoridades a monetizar una parte sustancial del déficit fiscal ante imposibilidad de fuentes alternativas de financiamiento en tan grandes magnitudes. Sin embargo, para 2021 Bosonaro firmó la independencia definitiva del Banco Central, y lo dotó de la capacidad para eliminar la inflación.
El nivel de inflación interanual alcanzó un máximo de 12,1% en abril de 2022, pero se desaceleró al 7% a partir del mes de septiembre. La variación mensual de los precios dejó de crecer a partir de junio, y desde julio se registra deflación.
Desocupación
La falta de flexibilidad regulatoria provocó un alza sin precedentes en la desocupación de Brasil durante la última gran recesión entre 2015 y 2016. El desempleo trepó del 7,2% en 2012 al 11,78% en agosto de 2016, y más tarde alcanzó un máximo de 13,4% durante la administración de Michel Temer.
La crisis heredada del PT sumió a la desocupación en los niveles más extremos registrados desde el año 2000. El agotamiento del crecimiento económico y la imposibilidad de formas flexibles de contratación impidieron una corrección atenuada.
Bajo la administración de Jair Bolsonaro se aprobó una histórica desregulación del mercado laboral. La nueva legislación dispuso de la creación de modalidades de trabajo más flexibles orientadas para personas jóvenes y adultos mayores, rebajó cargas patronales sobre las empresas y alentó la creación de empleo en el sector registrado.
La desocupación aumentó del 12% hasta casi 15% entre marzo y diciembre de 2020, a causa del shock provocado por la pandemia. Pero más tarde, y gracias a las nuevas reglas de juego en el mercado laboral, el desempleo alcanzó mínimos históricos y bajó al 8,8% en agosto de 2022, según la serie desestacionalizada del indicador que mide el IBGE.
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