Todos los días, Bojana Milekic, médico de cuidados intensivos del Hospital Mount Sinai, se desplaza por la pantalla de un ordenador con los nombres de los pacientes, mirando los números rojos que aparecen junto a ellos -una puntuación generada por la inteligencia artificial- para evaluar quién podría morir.
Pranshu Verma // The Washington Post// INFOBAE
Una mañana de mayo, la herramienta marcó a un paciente pulmonar de 74 años con una puntuación de 0,81, muy por encima de la puntuación de 0,65 en la que los médicos empiezan a preocuparse. No parecía sufrir, pero agarró la mano de su hija cuando Milekic empezó a trabajar. Rodeó la cama y pronto detectó el problema: Un tubo torácico doblado estaba reteniendo líquido de sus pulmones, lo que provocaba una caída en picado de sus niveles de oxígeno en sangre.
Tras cambiar la posición del tubo, su respiración se estabilizó: una “intervención sencilla”, dice Milekic, que podría no haberse producido sin la ayuda del programa informático.
La mañana de Milekic podría ser un anuncio del potencial de la IA para transformar la atención sanitaria. El Monte Sinaí forma parte de un grupo de hospitales de élite que invierten cientos de millones de dólares en programas informáticos y formación en IA, convirtiendo sus instituciones en laboratorios de esta tecnología. Los anima un creciente corpus de literatura científica, como un estudio reciente según el cual las lecturas de mamografías por IA detectan un 20% más de casos de cáncer de mama que los radiólogos, junto con la convicción de que la IA es el futuro de la medicina.
Los investigadores también están trabajando para trasladar la IA generativa, que respalda herramientas capaces de crear palabras, sonidos y texto, al ámbito hospitalario. El Mount Sinai ha desplegado un grupo de especialistas en IA para desarrollar internamente herramientas médicas que médicos y enfermeras están probando en la atención clínica. El software de transcripción completa el papeleo de facturación; los chatbots ayudan a elaborar los resúmenes de los pacientes.
Pero los avances están provocando tensiones entre los trabajadores de primera línea, muchos de los cuales temen que la tecnología tenga un alto coste para los seres humanos. Les preocupa que la tecnología emita diagnósticos erróneos, revele datos confidenciales de los pacientes y se convierta en una excusa para que las aseguradoras y los administradores de hospitales recorten personal en nombre de la innovación y la eficiencia.
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