A pocos meses de las elecciones en Argentina, la dolarización está en el foco del debate político. Mientras tanto, Ecuador podría convertirse en una hoja de ruta para entender qué soluciona y qué no.
A fines de abril, un gráfico sobre la inflación acumulada en Ecuador, producido por el Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG), generó cierto revuelo en Argentina mientras se debate la dolarización en el país.
La publicación incluso fue utilizado por Cristina Kirchner para afirmar que la dolarización no frenaría la inflación, citando un supuesto aumento del 355% en Ecuador entre 1999 y 2022, en comparación con un aumento del 75% en los Estados Unidos, a pesar de que utilizan la misma moneda.
En primer término, es fundamental aclarar que la inflación acumulada de Argentina durante el mismo período de tiempo (1999-2022) fue del 27.356%, lo cual debería ser el centro de atención. Incluso si la afirmación de Cristina fuera correcta – aunque no lo es – la comparación más relevante para Argentina no es con los Estados Unidos, sino con una economía dolarizada como la de Ecuador.
Para poner en perspectiva, se debe tener en cuenta que Argentina ha tenido ese nivel de inflación no en 23 años, si no en los 5 años comprendidos en el periodo de 2017 a 2022, cuando Argentina ha experimentado una inflación acumulada cercana al 300 por ciento. La prioridad debería ser, por tanto, el estudio y análisis de esta preocupante realidad económica.
Pero ese 355% en Ecuador es engañoso. La gráfica incluye todo el año de 1999, cuando aún Ecuador no estaba dolarizado y fue en ese año que los ecuatorianos sufrimos una crisis financiera e inflacionaria que nos llevó al repudio de la moneda nacional.
En el año 2000 recién se decreta la dolarización, pero como deben intuir este no fue un proceso automático. Existió un proceso paulatino de canje de monedas que se extendió más de un año por lo que la inflación acumulada entre el año 1999 y 2000 resultó en alrededor del 150%. Es decir, casi la mitad de la inflación acumulada que Cristina le adjudica a la dolarización fue sin estar realmente dolarizados.
De la misma manera que dolarizar Ecuador no fue un proceso automático, la reducción de la inflación tampoco lo fue. Primero, pasamos por un proceso de desaceleración inflacionaria, es decir, no es que dejamos de tener inflación, pero sí vimos como ésta iba siendo cada vez menor año a año: en el 2001 llegamos a una inflación del 37,7%, en el 2002 bajó al 12,5%, en el 2003 al 7,9% y en el 2004 por primera vez tuvimos la misma inflación que Estados Unidos llegando al 2,7% ese año.
A partir de allí, Ecuador nunca más ha tenido estallidos inflacionarios, y no ha superado la barrera de los dos dígitos. La inflación más alta que hemos tenido fue durante la administración del chavista Rafael Correa, aliado internacional de Cristina Kirchner y orgulloso miembro del socialismo del siglo XXI.
Bajo ese gobierno, alcanzamos un 8% pero una vez que terminó nuestra inflación ha llegado a ser incluso menor que la de Estados Unidos. Es más, si analizamos la inflación acumulada desde el año 2004, la de Ecuador fue del 53% y la de Estados Unidos del 47%. Ni siquiera la “crisis” inflacionaria de Estados Unidos en estos momentos nos ha afectado, mientras en el 2022 la inflación de Estados Unidos fue del 8% la nuestra estuvo alrededor del 3%.
Es cierto que Ecuador sigue siendo un país relativamente pobre, pero nadie dice que la dolarización sea una solución para eso. Sin embargo, a partir de la dolarización se pudo evidenciar una gran explosión de creación de riqueza, fenómeno que lamentablemente fue desaprovechado debido a que el gobierno de Correa desincentivó la iniciativa privada, despilfarró recursos, subió impuestos, aranceles y creó barreras comerciales.
Como consecuencia de ello, en 2014 el Ecuador enfrentó nuevamente una debacle económica -por primera vez- desde que se tomó la decisión de dolarizar. Sería iluso creer que la dolarización resuelve todos los problemas. No. Resuelve uno solo: la inflación.
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