Acorralado con un juicio político en el Congreso, el presidente Pedro Castillo se convierte en dictador, anunciando el estado de sitio y el control de la suma del poder público.
Horas antes de que se tratara su vacancia en el Congreso por múltiples causas de corrupción, el presidente Pedro Castillo dio una cadena nacional donde anunció un golpe de Estado contra el sistema republicano y la instauración de una dictadura con él en la cabeza.
“En atención al reclamo ciudadano a lo largo y ancho del país tomamos la decisión de establecer un gobierno de excepción orientado a establecer el Estado de derecho y democracia, a cuyo efecto se dictan las medidas: disolver temporalmente el Congreso de la República e instaurar un gobierno de emergencia excepcional”, leyó de un papel con las manos visiblemente temblorosas.
Castillo además anunció la disolución del Poder Judicial, y la inmediata suspensión de la Corte Suprema, el Ministerio Público Fiscal, la Junta Nacional de Justicia, y el Tribunal Constitucional. Por último, anunció la disolución del Ejército y la reorganización de las fuerzas militares, con el objetivo de sacarle poder a los generales históricamente de derecha.
En este sentido, decretó el toque de queda a nivel nacional a partir de este miércoles 7 de diciembre, desde las 22 horas hasta las 4 horas del día siguiente, con el objetivo de evitar protestas en su contra.
El ahora dictador comunista aseguró que gobernará por decreto lo que queda de su mandato, y que enfocará toda su atención en reformar la Constitución. “Convocaré en el más breve plazo a elecciones para un nuevo Congreso con facultades constituyentes para elaborar una nueva Constitución en un plazo no mayor de nueve meses”, indicó en mensaje a la Nación.
Pese a la ruptura del orden constitucional, Castillo dijo que comunicará a la OEA la decisión tomada y que espera su apoyo. Por el momento, prácticamente nadie en el espectro político ha salido a apoyar el golpe de Estado. Casi todo su Gabinete renunció al cargo, y todos sus aliados de centro-izquierda en el Congreso denunciaron la extrema decisión.
Castillo dedicó buena parte de su último año como presidente a reemplazar el comando militar de las Fuerzas Armadas por generales leales a su figura. Sin embargo, el proceso fue lento, en parte por su pobre habilidad política y hoy el Ejército mantiene una mezcla de comandantes leales y opositores a Castillo.
Resta por ver si tendrá el apoyo militar para esta decisión, que es lo único que importa en la práctica para ejecutar un golpe de Estado de este estilo. Desde la oposición aseguran que tenían los votos para la vacancia y esta es una manera de intentar evitar la cárcel, pero que tendrá que irse del país cuando nadie salga en su favor.
La oposición, a través del presidente del Congreso, José Williams, está lista para tomar control del poder y dejar atrás esta oscura etapa de la historia peruana, que fácilmente se podría haber evitado con un compromiso democrático más robusto en las elecciones del año pasado.
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