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El fantasma del Lava Jato sobrevuela las elecciones en Brasil

El máximo caso de corrupción brasileño que mantuvo tras las rejas a Lula da Silva vuelve a tomar relevancia en la campaña. El ex presidente no es el único acusado que se presenta a los comicios

Por Maria Zuppello

(San Pablo, Brasil) – El fantasma de la Lava Jato se cierne sobre las elecciones brasileñas de octubre y resucita como candidatos a varios políticos que habían sido investigados o condenados de forma no definitiva, en primer lugar el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva. La operación de la Policía Federal brasileña, desencadenada en 2014 por el descubrimiento de una trama de sobornos millonarios involucrando la petrolera estatal Petrobras y la constructora Odebrecht, destapó la “caja de Pandora” de la corrupción en Brasil. El equipo de jueces dirigido por Sérgio Moro, de la fiscalía de Curitiba, descubrió coimas por unos 10.000 millones de reales, en la mayor operación anticorrupción de la historia del país.

Curiosamente, ahora Lula, el principal acusado por Lava Jato e inelegible en 2018 por estar en prisión, desafía a Jair Bolsonaro, que fue votado por los brasileños en su momento como reacción a ese enorme escándalo de corrupción. La Lava Jato, que inició de una casa de cambio en una gasolinera de Brasilia en la mira de los investigadores por blanqueo de dinero, golpeó al Partido de los Trabajadores (PT) del ex “presidente de los pobres”, pero luego se extendió a otros 33 partidos mostrando cómo la corrupción era un cáncer endémico que corroía todo Brasil.

Además de Lula, otros 25 investigados o condenados de forma no definitiva buscan ahora un escaño. La mayoría de ellos, 19, son candidatos a la Cámara de Diputados, dos al Senado, uno a una Asamblea Legislativa local y tres como gobernadores de estado. Entre ellos se destaca el ex presidente de la Cámara, Eduardo Cunha. Condenado a más de 55 años en tres juicios diferentes, se benefició este año de una decisión de la Justicia Federal de Brasilia que le permitió presentarse a las elecciones. Junto a él, figuran en la lista el ex candidato presidencial Aécio Neves, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), y el actual presidente de la Cámara de Diputados, Arthur Lira, del Partido Progresista (PP).

Neves, que era senador cuando deflagró la Lava Jato, fue acusado de recibir dos millones de reales en sobornos, pero fue absuelto en mayo de este año. Por su parte, Lira había sido acusado por la Fiscalía General de la República de corrupción pasiva por recibir coimas para su partido. Sin embargo, la denuncia fue rechazada por el Tribunal Federal Supremo en febrero. También vuelve a la escena en estas elecciones el ex presidente Fernando Collor de Mello, el primero en sufrir un impeachment en Brasil, en 1992. En la operación Lava Jato él fue acusado de corrupción, blanqueo de dinero y de hacer parte de una organización criminal. Supuestamente había recibido más de 30 millones de reales en sobornos por una filial de Petrobras, la BR Distribuidora.

La Lava Jato y con ella el gran tema de la corrupción son también el caballo de batalla de muchos candidatos en esta campaña electoral. El mantra de Lula en los mítines y debates presidenciales es el de su inocencia. “He sufrido 26 juicios, he sido absuelto por el Tribunal Federal Supremo y la ONU, soy un ciudadano libre. Por pasar cinco años contando mentiras sobre mí, ahora no quieren reconocerlo”, escribió Lula en Twitter. De hecho, algunas de sus condenas simplemente prescribieron, como la del Triplex de Guarujá y de la casa de campo de Atibaia. Ambos inmuebles fueron considerados por los jueces de Curitiba regalos de las multinacionales brasileñas OAS y Odebrecht a cambio de favores. Lula había sido condenado en tres grados de juicio en el caso de Atibaja a 12 años y un mes y en dos grados de juicio a 12 años y 11 meses por el tríplex de Guarujá, pero el Supremo Tribunal Federal anuló todo al considerar que era un Tribunal de Brasilia y no el de Curitiba que debía juzgarlo en primera instancia. Este fallo técnico anuló de hecho las dos condenaciones, haciendo que todo empezara de nuevo de cero y provocando inevitablemente la prescripción de ambos juicios.

Por su parte Bolsonaro ha montado el tema de la corrupción destapada por la Lava Jato para atacar a Lula, incluso en su discurso en la ONU de ayer. “En mi gobierno erradicamos la corrupción sistémica que existía en el país. En el periodo de 2003 a 2015, cuando la izquierda dirigía Brasil, el endeudamiento de Petrobras había alcanzado los 170.000 millones de dólares. El responsable de esto fue condenado en tres ocasiones por unanimidad”, dijo en la apertura de la 77ª Asamblea de la ONU. El equipo de Bolsonaro incluso creó Lulaflix, una especie de Netflix de la Lava Jato, con videos contra Lula y su partido. A pesar de las protestas del PT, el Tribunal Superior Electoral (TSE) no retiró el sitio, pero prohibió su promoción pagada en Google.

El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, habló sobre la corrupción en Brasil ante la Asamblea de las Naciones Unidas (AFP)El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, habló sobre la corrupción en Brasil ante la Asamblea de las Naciones Unidas (AFP)

Sin embargo, ni siquiera el gobierno de Bolsonaro ha sido inmune a los escándalos de corrupción. El año pasado, el entonces director de logística del Ministerio de Salud, Roberto Dias, fue acusado de exigir una coima de un dólar por cada dosis comprada de la vacuna contra el Covid. El ministro de Medio Ambiente, Ricardo Salles, fue acusado de formar parte de un grupo involucrado en la exportación de madera ilegal, mientras su antiguo colega al mando del ministerio de Educación, Milton Ribeiro, fue inclusive detenido por corrupción: es acusado de pedir sobornos a cambio de fondos para los municipios. Ante esta dicotomía especular, Ciro Gomes, candidato a la presidencia por el Partido Democrático Trabalhista, expresó la necesidad de una tercera vía que sea también una vía de escape de la corrupción. “Votar a Lula o a Bolsonaro”, dijo en su vídeo de propaganda electoral, “es ser víctima del mayor fraude de estas elecciones”.

Sin embargo, a pesar de las proclamas, en los programas electorales de todos los candidatos hace falta un compromiso serio y articulado de lucha contra la corrupción. El juez Moro, que había encarnado el deseo de renovación de los brasileños tras incorporarse al Gobierno de Bolsonaro como ministro de Justicia, dimitió polémicamente en 2020, acusando al presidente de injerencia en la Policía Federal. Ahora que es candidato al Senado vuelve a compartir vídeos electorales de Bolsonaro, acusando a Lula. Pero el presidente, tras su discurso en la ONU, dijo en un restaurante de Nueva York, sin dar nombres, que algunos de sus ministros “fracasaron y acabaron en el basurero de la historia”, justo mientras unos presentes gritaban el nombre de Moro.

Vale la pena destacar que la esposa del juez, Rosângela Moro, que es candidata a diputada federal, se vio obligada a pedir disculpas públicamente tras difundir un vídeo electoral en el que comía una empanada en un mercado mientras detrás de ella una mujer buscaba comida en la basura. “Debemos prestar la máxima atención a quienes nos rodean. Que me sirva de lección a mí también”, dijo en una nota de disculpa. Ocho años después de la deflagración de la Lava Jato, la lucha contra la corrupción, que Brasil necesitaría ahora más que nunca, parece ser una sombra desvaída del pasado. En cambio, queda la sensación de que ese fue un momento como el que describe El Gatopardo de Tomasi Di Lampedusa, en las palabras del Príncipe de Salina: “Todo debe cambiar para que todo siga como está”.

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