La llamaron “la hermana gorda y fea” y se rieron de su abuso del Facetune. La señalaron por haber recurrido a la subrogación de vientre con su segundo hijo, pero ella respondió de manera sorprendente: también le resultó rara y difícil esa experiencia “transaccional”.
Por infobae.com
Que es la “hermana gorda”, “la fea”, que su cara se ve “irreconocible” después de tantas cirugías, que abusa del Photoshop y del Facetune, que abusó de la subrogación de vientre al posar en una cama de hospital con su bebé recién nacido como si lo hubiera parido ella… La propia Khloé Kardashian se burla de lo que se dice y se imprime sin piedad sobre ella desde que se hizo conocida en el reality Keeping up with the Kardashians hace casi veinte años.
“Siempre supe que no tenía el cuerpo de mis hermanas, pero no pensaba que era algo malo hasta que los medios comenzaron a llamarme la ‘hermana gorda’”, le dijo por ejemplo a ABC News hace unos años la tercera de las hijas de Kris Jenner y el penalista Robert Kardashian, famoso por ser parte de la defensa de O.J. Simpson en el juicio por el femicidio de su mujer. “¿Que por qué me veo distinta? ¡Debe ser por el trasplante de cara”, le respondió en broma a sus fans por Instagram en 2020.
Un año después hizo un largo posteo en la misma red social tras la filtración de una foto suya en traje de baño y sin editar que otra vez desató críticas mordaces. “Luché contra mi imagen corporal toda mi vida […]. La constante ridiculización y juicio sobre toda mi vida y la presión para que me ajuste a los estándares de otros sobre cómo debo verme han sido demasiado. […] ‘Claro, a quién le importa cómo se siente, si creció en un mundo de privilegios; además vive en un reality, así que esto es parte del contrato’. Por supuesto que no pido empatía, pero sí que entiendan que soy humana. No soy perfecta, pero les prometo que trato de vivir cada día con la mayor honestidad posible”.
Es parte de lo que hizo tras ser madre de su segundo hijo, Tatum, al que tuvo por gestación subrogada el 22 de julio del año pasado, cuando aceptó que la experiencia fue mucho más difícil de lo que suponía y que le costó conectar con el bebé. Al final, la mujer que –al igual que sus hermanas, su madre y todos los personajes secundarios de la familia con sus infinitas subtramas– hizo de su propia historia una ficción que el mundo ha consumido sin pausa por dos décadas, fue reconocida por eso, por ser tan honesta como puede serlo alguien que, con 39 años, pasó la mitad de su vida ante las cámaras.