La respetada funcionaria ocupa desde mayo de 2021 el cargo de segunda secretaria permanente del Ministerio del Gabinete británico. Su informe sobre las fiestas del premier en plena pandemia marcarán un antes y después
La alta funcionaria británica Sue Gray ha pasado en cuestión de semanas del anonimato más allá de los infranqueables muros de Downing Street a (prácticamente) tener en sus manos las riendas del futuro de Boris Johnson al frente del Gobierno.
Su esperadísimo informe sobre el conocido como “Partygate“-el escándalo público generado por las fiestas y reuniones sociales organizadas en la sede del Gobierno durante la pandemia- marca un antes y un después para el primer ministro británico, que atraviesa el momento más frágil de su gestión.
Al menos hasta que Scotland Yard anunció esta semana que abriría su propia investigación sobre esos encuentros el nombre de Gray ha estado en boca de todos al considerarla máxima responsable, en esta turbia saga, de colocar cada pieza en su sitio.
La respetada funcionaria ocupa desde mayo de 2021 el cargo de segunda secretaria permanente del Ministerio del Gabinete (similar al de Presidencia), lo que le ha convertido en la encargada de dirigir pesquisas públicas como la del incendio de la Torre Grenfell, en Londres, en el que murieron 79 personas.
Sus allegados le atribuyen fama de trabajadora exhaustiva, con un marcado sentido de la justicia. De ella dicen que es implacable y no se amedrenta a la hora de adoptar decisiones complicadas.
Antes de asumir ese puesto supervisó las finanzas en Irlanda del Norte -desde 2018 a 2021- y previamente había trabajado -entre 2012 hasta 2018- como directora general de Ética y Propiedad, donde se curtió en la indagación de posibles violaciones de normas por funcionarios.
Su participación tuvo mucho que ver con sonadas dimisiones de algunos políticos británicos, como la del diputado tory Andrew Mitchell (2012), el ex titular de Defensa Liam Fox, en 2011, y, hace cuatro años, la del exsecretario de Estado Damian Green por quebrar el código ministerial que regula las buenas prácticas de los cargos públicos.
En su heterodoxa trayectoria figura además una etapa al frente de un pub en Irlanda del Norte en la década de los 80, que rigió junto a su marido, un cantante de música “country” originario de esa región.
No se conocen sus filiaciones políticas y, como funcionaria, Gray ha de mostrarse totalmente imparcial, acatando el Código funcionarial, que prohíbe que los posicionamientos personales influyan en sus juicios.
Pese a todo, han proliferado a lo largo de las últimas semanas descripciones de ella que dibujan a una mujer adepta a llevar las riendas y a mantener una férrea disciplina con las cuentas públicas, además de tener una predilección personal por el karaoke.
El diario “The Times” recordaba recientemente que, en una fiesta de despedida en 2005 del entonces ministro del Gabinete Andrew Turnbull, Gray controló la lista de invitados y se aseguró de que cada uno tuviese acceso a una sola bebida gratis.
”Después, cada uno tenía que pagarse lo suyo, antes de que fuesen los contribuyentes quienes acarreasen con la factura”, dijo a ese periódico Ryan Heath, un ex funcionario que trabajó con Gray y acabó en malos términos con ella.
Su crucial informe ha ahondado, entre otros, en varios encuentros sociales que se llevaron cabo en Downing Street durante los tres confinamientos, mientras la población era obligada a acatar severísimas restricciones que limitaban la interacción social.
En un momento en el que las filtraciones a la prensa se han convertido en algo cotidiano en el Reino Unido, apenas se revelaron detalles acerca del trabajo de Gray, sobre la escala o el contenido de su informe.
Para establecer los hechos, la pesquisa interna de Gray ha contado con la cooperación de abogados del departamento legal del Ejecutivo, asesores especiales y funcionarios.
También se le ha dado luz verde al acceso a todo tipo de pruebas relevantes, como comunicaciones internas, correos electrónicos, invitaciones registradas en calendarios oficiales y registro de entradas y salidas a Downing Street; pero también ha entrevistado a personal de la oficina oficial del “premier” y, según algún medio, ha requisado teléfonos móviles a funcionarios.
El propósito principal era “establecer una rápida comprensión general de la naturaleza de estos encuentros, como la asistencia, el entorno y el propósito, con referencia a la adhesión a las normas en vigor en ese momento”.
Ahora queda por ver cuál será la reacción oficial de Johnson y cómo las conclusiones del informe podrían condicionar su futuro.
(con información de EFE)