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La derrota histórica de los socialistas en Andalucía marca un cambio de ciclo político en España

El PP logra la mayoría absoluta en el granero de votos del PSOE y provoca un debate interno que lleva a Pedro Sánchez a pedir más empatía y mejor comunicación a sus líderes y al partido

Los socialistas españoles sufrieron el domingo la más dura y dolorosa derrota electoral que se recuerda en España. Desde que el país recuperó la democracia -con la celebración en 1977 de las primeras elecciones libres tras la dictadura de Francisco Franco-, el PSOE había convertido Andalucía en su granero de votos. Siempre -excepto en 2012, donde el PP ganó por apenas 50.000 votos aunque no pudo gobernar- había sido la fuerza más votada en la región, la más poblada del país. Y nunca había sufrido un castigo en las urnas como el del pasado domingo.

Los socialistas tenían en 2004 más de 2,2 millones de votos. El domingo apenas sobrepasaron los 800.000. Entonces ocuparon 61 escaños en el Parlamento autonómico; el domingo consiguieron 30.

Una debacle en toda regla cuyas consecuencias aún no se alcanzan a ver y que los socialistas, aún en shock, achacan a los medios de comunicación favorables al PP, a las mejoras en Andalucía gracias al dinero repartido por el Gobierno central del PSOE, a la mala comunicación y a la falta de participación en las urnas. Sin embargo, votó más del 58% del censo. Más incluso que en 2018.

El castigo va más allá de la aritmética electoral; anuncia un cambio de ciclo que puede desalojar a los socialistas de La Moncloa -sede del Gobierno central- en las próximas elecciones generales.

Pérdida de poder

Es cierto que el PSOE perdió el poder en Andalucía en 2018, cuando una coalición integrada por el PP y los liberales de Ciudadanos alcanzó el Gobierno gracias al apoyo puntual de la extrema derecha de Vox. Pero aún entonces los socialistas fueron la fuerza política más votada por los ciudadanos, obtuvieron 33 escaños y estuvieron muy por encima del PP (con 26 diputados autonómicos).

Nada, sin embargo, como la derrota del domingo. Si bien las encuestas y los analistas daban por hecho el triunfo del PP, nadie preveía una victoria tan aplastante. Mucho menos una mayoría absoluta. Y esto es lo que hace histórica la derrota del PSOE, que apenas ha sumado el 24% de los votos.

Esto y el hecho de que el PP no dependa de Vox, porque ha quedado neutralizado el discurso que tenía preparado el PSOE: vincular a la formación conservadora con la ultraderecha.

Los datos no dan opción a más análisis por parte del PSOE que la asunción de la derrota. Los populares arrasaron en las urnas, sumaron más de 1,5 millones de sufragios (el doble que en los comicios de 2018 y 700.000 más que los socialistas) y pasaron de 26 diputados a 58 diputados, tres por encima de los 55 que marcan la mayoría absoluta en esta Comunidad.

Nuevo escenario

Con esto, las elecciones en Andalucía abren un nuevo escenario. Un terreno de juego donde el PP, que hace apenas dos meses vivía una cruenta crisis interna, está en ascenso y donde el PSOE está cada día más débil.

El Gobierno sufre el desgaste de la pandemia y de la crisis económica que ha provocado la guerra de Ucrania. La inflación se ha disparado por encima del 8% mensual y la previsión de crecimiento para 2022 apenas supera el 4%, muy por debajo de las estimaciones que hizo a principios de año el Ejecutivo.

Muchos socialistas piden ‘esconder’ la marca PSOE y devolver el partido a la centralidad, desvinculándose de la extrema izquierda y de los nacionalistas -incluida la formación vasca Bildu, heredera de las formaciones políticas que durante años sustentaron a la banda terrorista ETA- que han apoyado al Gobierno de Sánchez desde 2020.

Pedro Sánchez, presidente del Gobierno de España, junto al presidente de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla.Pedro Sánchez, presidente del Gobierno de España, junto al presidente de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla.

Sánchez hizo el lunes cierta autocrítica ante su Ejecutiva. Allí dejó claro que no tiene intención de adelantar las elecciones generales, previstas para diciembre de 2023, apeló a un rearme ideológico y remarcó los fallos de comunicación política del partido y la necesidad de que sus cuadros y militantes tengan más empatía con los ciudadanos.

La realidad es que el PSOE no gobierna hoy ninguna de las grandes comunidades de España. El PP controla Andalucía, Madrid, Galicia, Castilla y León, Murcia… Es decir, los conservadores ya gobiernan sobre más de 21 de los 47 millones de habitantes del país. Cataluña y el País Vasco están bajo control de los formaciones nacionalistas. Valencia es hoy el gran feudo del PSOE, pero vive una grave crisis debido a un escándalo que sacude a sus socios de Gobierno.

En algunas comunidades la crisis es casi endémica. Hay algunas, por ejemplo, donde el PSOE no gobierna desde 1987 (Castilla y León) o 1995 (Madrid).

La traumática derrota en Andalucía ha dejado en evidencia, además, la propia guerra interna entre los socialistas. La formación es víctima del personalismo de Sánchez, que controla con mano firme la formación.

Y Andalucía es claro ejemplo de ello. Pedro Sánchez laminó a Susana Díaz, que no sólo fue la última presidenta socialista de la región, sino que fue quien le plantó cara al actual líder del PSOE y le disputó, sin éxito, el liderazgo del partido en 2018.

En un segundo plano, convertida en senadora, Díaz controla aún gran parte del partido en Andalucía. Y este sector del partido parece no haberse movilizado.

Dos días después del terremoto electoral, la dirección del PSOE repite como un mantra que las del domingo fueron unas elecciones regionales, que no se puede trasladar el resultado al conjunto del país. En los territorios se habla de derrota inapelable, de una marca quemada y de un líder repudiado por gran parte del país.

El viaje al centro de la derecha

En el espacio político de la derecha las consecuencias de la victoria también son trascendentes. El inapelable triunfo de Juan Manuel Moreno Bonilla lo convierte en el barón territorial más fuerte del PP, neutraliza el poder de la hasta ahora intocable Isabel Díaz Ayuso (presidenta de Madrid) y marca una forma de hacer política diferente en una formación que vivía un intenso debate interno sobre su relación con la ultraderecha.

Ayuso ha sido y es partidaria de los acuerdos con Vox -ella está en el poder gracias al apoyo puntual de la extrema derecha- y de dar normalidad a las relaciones entre el PP y esta formación.

Moreno Bonilla dejó claro en la campaña que no pensaba gobernar con Vox y que de no tener una mayoría suficiente para gobernar en solitario hubiera repetido las elecciones. De hecho, fuentes del PP han confirmado a Infobae que la escasa presencia de Ayuso en la campaña de Andalucía -apenas un acto preelectoral- fue una exigencia del candidato y ya presidente de hecho.

El líder nacional del PP se siente más cómodo con la forma de hacer del líder andaluz que con las formas de la lideresa de Madrid, que deberá afrontar una reválida en las elecciones autonómicas que se celebran en mayo de 2023 en gran parte de España. Núñez Feijóo no se ha cansado de repetir desde el domingo que el de Moreno Bonilla fue “el triunfo de la moderación”, lo que en el seno del PP se considera un aviso a las formas más vehementes de Ayuso.

La ultraderecha, por su parte, perdió el domingo en Andalucía casi la mitad de los votos que consiguió en la región en las generales de 2019, lo que se empieza a percibir como un desgaste que puede confirmarse en las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2023 y en las generales de diciembre de ese mismo año.

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