Este pasado fin de semana, la cantante Pink (Doylestown, Pensilvania, 44 años) se sentó a hablar acerca de su trabajo y su vida en el programa 60 Minutes, de la cadena estadounidense CBS. Y en él narró un doloroso episodio de su vida, tanto que casi le cuesta la misma. Según ha relatado, estuvo a punto de morir a causa de una sobredosis en 1995.
El incidente ocurrió en Acción de Gracias, a finales de noviembre de ese año. Ella solo tenía 16 años. Apenas unas semanas después iba a firmar su primer contrato discográfico. “Era punki. Era una malhablada. Estaba bajo mucha presión”, explica. En su casa las cosas no iban bien. “Básicamente crecí en un hogar donde cada día mis padres se gritaban el uno al otro, se tiraban cosas. Se odiaban. Empecé a tomar droga. Y a vender droga”. Todo eso la llevó a dejar el instituto y a que la echaran de casa.
“Descarrilé”, reconoce. Salía constantemente de fiesta y, una noche, todo se descontroló. “Estaba en una rave y sufrí una sobredosis. Había consumido éxtasis, polvo de ángel [fenciclidina], cristal, todo tipo de cosas. Luego se me fue. Mucho. Muchísimo”, reconoce. La entrevistadora le pregunta a Pink si casi muere en la fiesta, y ella se lo confirma. Para la cantante, cuyo nombre real es Alecia Beth Moore, ese fue un punto de cambio absoluto en su vida. Justo entonces un DJ le ofreció una oportunidad para cantar en una noche donde pinchaban hip hop: “Vuelve mañana, te haré un hueco. Pero no puedes volver a tocar las drogas jamás”. Y así lo hizo. Unas semanas después empezó a hacer las audiciones que finalmente le llevaron a formar parte de Choice, un grupo de R&B, y a firmar su primer contrato con LaFace Records. Y, de ahí, a la fama mundial y a ser una de las artistas mejor pagadas del mundo.
Pink ya había hablado sobre el asunto hace una década. “Comprendo las adicciones. Salí de fiesta muy fuerte entre los 12 y los 15 años”, contó en Entertainment Weekly, en verano de 2012, explicando que tomaba “todas las drogas de discoteca” y que “vendía éxtasis, metanfetaminas y ketamina”. “Tuve una sobredosis en el 95, y luego nunca jamás tomé drogas”. Pero nunca había hablado de la gravedad de ese asunto.
Para la ganadora de tres premios Grammy compartir ese tipo de experiencias es importante, porque ayuda a sus millones de fans a entenderla y a sentir una fuerte conexión con ella. “Creo que lo veo de una manera muy concreta. Si soy un misterio para ti, ¿cómo vas a acabar conectando conmigo? Si soy una persona que está desesperada por conectar, ¿por qué me interesaría mantener el misterio? Quiero que sepas. Quiero que me conozcas”. La gente la conoce a ella, su carrera, sus letras y su vida, de la que lleva media junto al expiloto Carey Hart, con quien se casó en 2006, y con quien tiene dos hijos, Willow, de 12 años, y Jameson, de seis. Como explicaba después en la entrevista, ha sido su forma de labrarse esa carrera, donde sus actuaciones son muy físicas y su estilo y apariencia son únicos. “Jamás he conseguido un contrato discográfico porque fuera linda, lo logré porque era pasional, tenía mucho que decir, tenía una voz. Estoy aliviada de no tener que recurrir a la belleza convencional y de que eso no tenga que ser lo mío y no tenga que mantenerlo mientras envejezco. No tengo que ser eso. Puedo ser todo esto otro”.
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