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Médicos Unidos de Venezuela: La destrucción de hospitales es una forma institucionalizada de agresión a los pacientes

La ONG Médicos Unidos de Venezuela surgió de concentrar las denuncias por falta de insumos en los centros hospitalarios. Durante la pandemia, han sostenido un riguroso conteo de los profesionales de la salud en ejercicio fallecidos por Covid-19. Al término del mes de noviembre, la data ascendía a más de 700 decesos, una cifra integrada por médicos en más de 60%.

El doctor Jaime Lorenzo, director de la organización, advierte que el personal sanitario se mantiene en sus puestos de trabajo, a pesar de la adversidad: sueldos que no superan los 30 dólares mensuales, la falta de dotación y las condiciones de deterioro generalizado, que han convertido a los hospitales y ambulatorios en lugares “lúgubres y deprimentes”. Son “una forma casi institucionalizada de agresión al paciente” a escala nacional, con mayor énfasis en los servicios de pediatría, psiquiatría, enfermedades crónicas y respiratorias.

– Hablemos del estado de la infraestructura de los centros de salud: hospitales, ambulatorios y dispensarios, donde las instalaciones presentan un deterioro sumamente grave y persiste la falta de equipos para la atención y diagnóstico. De acuerdo a los reportes que reciben de los médicos en todo el país, ¿cómo podría definir el estado y funcionamiento de la infraestructura hospitalaria en Venezuela?

El sistema de salud y atención está totalmente deteriorado. Debemos recordar que de la infraestructura hospitalaria del país, la más antigua es el Hospital Vargas, y la más nueva, el Hospital Cardiológico Infantil, desde el punto de vista de las grandes obras. Hay un común denominador y es que, a escala nacional, en todos los establecimientos, los servicios públicos, como electricidad y agua, tienen deficiencias. Y lo más grave es que en hospitales que pudiesen tener mecanismos para suplir o tener un plan de contingencia, como las cisternas, no existen.

Los hospitales fueron construidos para tener capacidad de independencia (de suministro de agua) con tanques aéreos o subterráneos, para atender las emergencias que, si se prolongaban, se acometía con cisternas para suplir esa falla. En cuanto a la electricidad, aunque se ha mejorado la respuesta con las plantas eléctricas, el problema es que son para emergencias. No puede ser que se estén encendiendo para funcionar horas y horas.

Si a esto le agregamos la cultura de mantenimiento preventivo, hay que entender que los hospitales poseen equipos para hacer diagnósticos que deben tener un mantenimiento para que no fallen. En el ámbito nacional, los servicios de radiología tienen fallas enormes por falta de mantenimiento de los equipos. Sin los insumos adecuados para su funcionamiento, en algunos casos, el equipo que sirve para suplantar a las placas de rayos X, que son los digitalizadores de radiografías o resultados de una tomografía, si no sirven, los médicos residentes o los familiares de los pacientes tienen que tomarle fotos a un monitor para ser enviadas al teléfono celular del médico tratante, y así este trata de descifrar lo que debería ver en una placa o en el monitor de una computadora.

En cuanto a los laboratorios, tenemos una crisis nacional. Los equipos funcionan con energía eléctrica, agua para su limpieza y los reactivos, que son las sustancias que permiten identificar los diferentes valores de los estudios. Y el gran problema es que no tienen reactivos ni los insumos para la toma y procesamiento de muestras. Para nadie es un secreto que en los listados que les entregan a los pacientes, en las emergencias, se incluyen los tubos de ensayo tapa morada y tapa roja.

Al tener una ecuación donde la palabra “falta” es el común denominador, el resultado es equipos paralizados o que no funcionan. En los servicios de neonatología para atender a los recién nacidos con problemas de peso, procesos infecciosos o alguna complicación en su nacimiento, necesitan una incubadora. La inmensa mayoría de los centros de salud tienen un cementerio de incubadoras, muchas de ellas están allí por falta de una pieza. Esa situación también ocurre en las áreas de quirófano donde, hace unos seis años, se recibieron unas máquinas de anestesia de altísimo nivel tecnológico y muchas dejaron de funcionar, porque no tienen accesorios.

Los equipos de laparoscopia los han dejado fenecer por falta de mantenimiento y de materiales descartables que se usan para operar a los pacientes, y los familiares tienen que alquilar equipos externos. Hemos llegado a una situación tan terrible que no contamos con placas ni laboratorios, para reforzar un diagnóstico ante una emergencia.

– ¿Cómo está funcionando la red ambulatoria? La mayoría de las denuncias se orientan a que los casos son referidos a hospitales por falta de atención o ambulatorios cerrados. Estudiantes de Medicina en Mérida, tuvieron que acudir al páramo a atender pacientes, porque allí no funcionan los ambulatorios.

La red ambulatoria debería ser el mecanismo para solucionar 70% u 80% de las patologías y hacer la prevención. Por ejemplo, la consulta prenatal más cercana al domicilio es el ambulatorio, la consulta de niño sano, la inmunización… pero si la red hospitalaria está mal, la red ambulatoria tampoco tiene equipos, materiales ni medicamentos. Los ambulatorios de Barrio Adentro, en altísimo porcentaje, están cerrados o cumplen funciones distintas para las que fueron creados.

En Venezuela, la Ley de Ejercicio de la Medicina, en el artículo 8, obliga a todo estudiante de medicina que egresa de nuestras universidades, a cumplir un año en una medicatura rural o dos años en un hospital como médico interno, pero tiene que cumplir seis meses en una medicatura rural. Esa fue la forma de poder tener personal médico en los sitios más recónditos del país, porque se cubría con los médicos recién salidos de nuestras universidades. Todo esto lo explico para que se entienda la magnitud del personal que debes renovar anualmente en los más de 3.000 ambulatorios. Si ponemos un promedio de tres médicos por ambulatorio, estamos hablando de unos 12.000 médicos cada año para cubrir la red ambulatoria.

– Los hospitales del interior del país enfrentan una situación crítica. Podemos citar casos como el del Psiquiático de Bárbula, Dr. José Ortega Durán, donde, según la denuncia del personal de enfermería y las fotos de nuestra corresponsalía, “luce un aspecto tenebroso y cruel, no apto para la atención de seres humanos”. ¿Cómo puede interpretarse que ese sea el estado de un centro de referencia nacional de atención psiquiátrica?

Venezuela tuvo una política sanitaria en función del paciente psiquiátrico. Incluso, grandes hombres de la psiquiatría moderna, tenían posiciones de avanzada en las diversas formas de atención. En Caracas, había un hospital psiquiátrico “día”, que era para pacientes que iban a su evaluación y atención durante el día y regresaban a sus casas en la noche. El famoso Hospital de El Peñón, que era emblema en la formación de psiquiatras con otra visión, tenía una colonia de atención importante y allí funcionaba el departamento de neurología del Ministerio de Sanidad de entonces.

El deterioro de la atención psiquiátrica forma parte del no querer asumir que esas personas fueron excluidas de la prioridad. Los servicios de psiquiatría de muchos hospitales han sido cerrados. En el Psiquiátrico de Caracas, junto al deterioro, lo que más duele es que el personal, altamente capacitado para atender a esos pacientes, sigue estando allí. Y, si eso es en Caracas, ¿cómo está el interior del país? Ese paciente está abandonado, no solo en su alimentación, sino que no hay medicamentos. Un grupo de médicos del estado Sucre había logrado estabilizar a pacientes en el ámbito de atención comunitaria, pero esos esfuerzos se perdieron por falta de medicamentos.

En un país donde se habla de una política supuestamente humanista y social, pareciera que esas son enfermedades que se quieren ocultar. Como los centros para la tuberculosis, que casi no existen: el Padre Cabrera de Los Teques, emblemático en la lucha contra la tuberculosis, está cumpliendo otras funciones. El Hospital El Algodonal “Dr. José Ignacio Baldó”, llegó a tener los mejores servicios de enfermedades pulmonares y allí funcionaba el Departamento Nacional de Enfermedades Pulmonares. Es triste ver el deterioro de ese centro de referencia nacional.

– En el Hospital de Niños “Rafael Tobías Guevara” de Barcelona, los estudiantes tuvieron que donar una poceta a los niños en cuidados intensivos, porque el baño no estaba funcionando. Casos como este nos dan, además, otra dimensión del problema. ¿Cómo funciona un hospital donde ni siquiera sirven los baños o donde las áreas críticas están clausuradas?

Los servicios de pediatría, o están cerrados o su capacidad de respuesta ha disminuido en 90%. Bajar una fiebre, que es una de las patologías más frecuentes, se hace imposible si no tienes los medios ni los medicamentos, cuando uno de los principales temores es que se presente una convulsión durante la emergencia. ¿Dónde está ese amor hacia los niños? No existe.

Hay que ir a los hospitales pediátricos para ver la destrucción y el deterioro de la infraestructura. Los servicios de pediatría, por naturaleza lógica, no pueden ser espacios lúgubres, y cuando usted va, lo que ve es un espacio deprimente. Esa es una agresión hacia el niño y más cuando las madres deben estar con ellos horas y horas esperando, porque muchas veces deben recaudar el dinero, por ejemplo, para cubrir exámenes, medicamentos o una cosa tan absurda como una inyectadora. Y no hablemos de los niños con enfermedades crónicas del corazón, cáncer, pulmonares, cuya atención es difícil y limitada. La agresión pareciera institucionalizada. Y duele, porque conocemos gente con un gran nivel profesional en hospitales como el J.M de los Ríos.

Ese hospital pediátrico de Barcelona, no debe tener más de 30 años, son construcciones nuevas. Es el abandono de políticas de cuidado, no hay un plan de restitución o adecuación de las estructuras, porque si no te importa que una filtración continúe o que se parta una poceta, o que el colector de aguas negras se obstruya, eso a la larga se va a destruir, y es lo que ha ocurrido.

– ¿Cómo afectan al gremio médico estas condiciones? Hemos divulgado casos como el del Hospital de Güigüe, donde las enfermeras están atendiendo a los pacientes ellas mismas, por falta de especialistas. En Lara, se han registrado renuncias masivas de galenos por los bajos sueldos. En Margarita, las operaciones se redujeron en 80%, por falta de médicos.

El gran problema es que, en este momento, el sueldo de un residente, del joven que ves en las emergencias de los hospitales, puede estar cerca de los 30 dólares mensuales. Esta generación de relevo está castigada con sueldos míseros. No tiene posibilidad de comprar una bata. Están haciendo el trabajo, muchas veces sin haber comido, que tiene que ir a un baño sin las condiciones mínimas, y aceptan esas situaciones, porque necesitan graduarse de especialistas. Su deseo de ser buenos, sigue estando latente. Pero veo con mucho dolor el estado de sus zapatos, muchos han tenido que abrirles más huecos a la correa. Entonces, ¿qué se le está diciendo a la generación de relevo? Se les está diciendo que no se les respeta ni se les considera.

Nuestras enfermeras tienen un nivel de preparación altísimo. Pero, ¿cómo pueden prestar atención si dependen de los medicamentos que compre el familiar? Con el dinero que tienen, deben decidir entre el desayuno, el almuerzo o pagar el transporte para ir al hospital. Para mí, el indicador más terrible del daño a nuestro recurso humano, es verles los zapatos.

Antes de la pandemia, se habían ido del país unos 30.000 médicos y, hace poco, la Federación Médica Venezolana informó que ya se han ido 70.000. En los colegios de enfermería, se habla de 70% de agremiados que se han ido. Están migrando a otras actividades económicas, vendiendo pastelitos o hallacas, en un día hacen el sueldo de un mes. Esto es triste.

– Su organización es reconocida por llevar el registro de los médicos fallecidos por Covid-19 durante la prestación de los servicios y el cumplimiento del deber. ¿Cuál la situación actual en torno al alto riesgo de exposición al contagio del personal de salud en Venezuela?

Hasta el cierre de la primera quincena de noviembre de 2021, reportamos 792 fallecidos desde el inicio de la pandemia. De estos, 548 médicos, 162 enfermeras. Se nos ha hecho más difícil la recolección de la información por las presiones para que no salga.

Las vacunas son importantes, pero hay que tener conciencia de que en los países donde no han controlado el virus, está mutando y aparecen las variantes, que pueden ser más fuertes que la anterior. Y si una persona vacunada está en un lugar de altísima concentración de virus, donde la circulación de aire no es adecuada y a ello le agregas que no tiene medios de protección, entendemos entonces por qué en Médicos Unidos de Venezuela, seguimos, lamentablemente, presentado cifras de personal sanitario fallecido.

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