Para algunos ir a la clínica del dentista es todo un mundo. De hecho, algunas personas son capaces de tolerar un dolor profundo en la boca con tal de no tener que acudir a la consulta. Pero, ¿de dónde viene ese miedo? Joan Bladé Marsal, especialista en Odontología del Grup Dr. Bladé, responde a estas y a otras preguntas sobre la odontofobia o miedo al dentista.
Bladé, que cuenta con 25 años de experiencia en la profesión, ha tratado con muchos pacientes con esta fobia. Ubica su origen, en la mayoría de los casos, en una experiencia traumática en la adolescencia o la niñez. “No tiene por qué ser física, sino que puede ser un mal trato en una clínica o haberse sentido muy afectado por una expresión verbal”, explica. Cualquier suceso puede quedar marcado en el subconsciente y aparecer en forma de ataque de ansiedad en el momento en el que el paciente piensa en que tiene que acudir al dentista, no hace falta ni que pise la clínica. “No lo puede controlar, y aparece solo con que lo piense”, matiza.
Aunque el experto también apunta a que algunos casos de fobia son sin una causa aparente. “He visto familias que le dan miedo al padre y al hijo, y el hijo no ha tenido ningún antecedente traumático, lo que me lleva a suponer que, a veces, involuntariamente, se ha podido transmitir ese miedo de padres a hijos”, comenta.
¿Cómo actúan las personas con Odontofobia?
Las personas con fobia al dentista, como las personas con casi cualquier fobia, llevan una vida normal hasta que se topan con la fuente de su miedo. Un dolor en la boca puede pasar de largo con tal de evitar el pensamiento de tener que acudir al experto. En caso de que lleguen a concertar una cita, la cancelan. “En EEUU, se mide la fobia con el número de veces que anulan una cita con cualquier excusa. A veces cinco minutos antes” cuenta.
Cómo empiezan las consultas con pacientes odontofóbicos
Bladé insiste en que la principal herramienta es la comunicación. “Muchas veces si el odontólogo no está acostumbrado les dice que tomen una tila o hagan yoga, pero no, es que esto va un paso más. No hablamos de miedo y nerviosismo, hablamos de fobia”, recuerda. Por ello, hace hincapié en hablar con el paciente, incluso durante sesiones enteras antes de empezar cualquier tratamiento. “Hay que transmitirles que eso que están notando no es algo extraño, sino que es algo que pasa y que hay una forma de intentar solucionarlo poco a poco”, explica.
Durante estas charlas en las primeras sesiones, el odontólogo les hará ver que cuando se les haga el tratamiento estarán relajados. Bladé también añade que “según el nivel de fobia también habría un tratamiento con el psicólogo, porque son pacientes que necesitan técnicas de sensibilización y relajación para afrontar la situación”. Para ello, existen programas de realidad virtual, donde el paciente se va preparando para la situación que viene, porque deben afrontarla. “Muchas veces dicen que se quieren dormir del todo en el quirófano para no enterarse de nada. Y se equivocan, porque esta no es la solución”, añade el odontólogo.
La anestesia general no es una opción, ya que deben aprender a controlar la situación, pues habrá más visitas al dentista a lo largo de su vida y no pueden enfrentarlas todas de igual manera. Para eso, deben estar conscientes durante la intervención. “Tienen que ver que, esa situación sobre la que no tiene ningún control, la empiezan a controlar y eso es lo que les va a ayudar después a volver a la clínica”, matiza.
Tratamiento bajo sedación
La fobia provoca que se cancelen de forma sistemática las consultas y que nunca se acuda a revisión. La combinación desencadena patologías graves. Pueden tener problemas importantes de infección o dificultad en la masticación, además de los estéticos. “Cuando ves la radiografía dices, este paciente lo ha pasado fatal porque estas bocas están en muy mal estado. Han conseguido tener un umbral de dolor donde el miedo se encuentra por encima”, explica. Por ello, las intervenciones son más complejas y suelen necesitar sedación.
Ese adormilamiento que produce la sedación durante la intervención ayuda a que el paciente después tenga un cambio de mentalidad. De esta manera, “el paciente está atontado durante el tratamiento, él no se entera de nada y no recuerdan mucho. Como la situación ni la ha notado ni la ha sentido, está más tranquilo”.
Para la siguiente visita, asegura el odontólogo, que ha visto muchos casos, los pacientes llegan muchos más relajados. Han afrontado la situación y han sido partícipes sin sufrir ni estar nerviosos. Esas personas han aprendido -o han empezado a aprender- que no deben temer esa situación. “En la próxima visita ya no vienen igual”, sentencia.
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