El concepto surge de una particular actividad económica que impulsa las desigualdades. “Venezuela se arregló” para unos pocos, mientras que para la mayoría es el mismo país, pero más costoso y con más bienes y servicios que no pueden adquirir.
Después de años de escasez de alimentos, Venezuela adoptó un modelo importador. Pese a que facilita satisfacer las necesidades de consumo de la población, no aporta al desarrollo económico del país ante el deterioro de las industrias.
El cambio de rumbo de la economía empezó a gestarse en agosto de 2018, con un paquete de medidas económicas anunciadas por Nicolás Maduro que darían paso a la liberación del dólar y al fin de los precios regulados.
Estos casi 4.500 bienes beneficiados por la exoneración de aranceles ya no incluyen insumos para la producción nacional, sino que se abarcan casi únicamente productos terminados. En términos simples, se ofrece un incentivo para importar, pero para la producción nacional no.
Durante 2021 esta disparidad en las condiciones de los productores nacionales frente a los importadores desató las quejas y el rechazo de los industriales venezolanos, que lograron recuperar levemente la producción invirtiendo del bolsillo propio.
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