Es la gran estrella de Peaky Blinders, la serie que narra las andanzas de los gangsters de Birmingham. Protagonista de un éxito global, el irlandés estuvo a punto de no ser actor
Por Susana Ceballos
Los que somos seguidores de la serie Peaky Blinders sabemos que no sería la misma si no fuera por su magnético y talentoso protagonista: Cillian Murphy. La serie cuenta con un gran director, un guion inmejorable, una banda sonora inolvidable, un casting estupendo, pero sin dudas lo que la convierte en perfecta es un protagonista simplemente insuperable. La serie se emitió por primera vez en 2013 y fue una producción de la prestigiosa BBC. Si bien pronto cosechó fanáticos, el boca a boca la convirtió en un éxito en el Reino Unido, pero fue cuando Netflix la incorporó a su catálogo que se convirtió en un megaéxito global.
El estreno de la sexta temporada generó una gran expectativa por muchas razones: se la espera desde 2019, será la última y se realizará sin Helen McCrory (la inolvidable tía Polly), que falleció en abril de 2021. A casi 10 años del comienzo de esta historia, la saga llega a su fin. Según trascendidos, habría una película, pero luego de eso Peaky Blinders, pasará junto a Los Sopranos, Breaking Bad, The Americans, Mad Men y algunas otras, a integrar el selectísimo grupo de las mejores series de la historia.
Gran parte de la peakymanía se debe, sin dudas, a la gigantesca interpretación que como Thomas Shelby realiza Cillian Murphy. Es imposible imaginar ese rol realizado por otro intérprete. Lo increíble es que en sus inicios, Murphy no soñaba con ser actor sino vocalista de una banda.
No había terminado la secundaria cuando este muchacho, hijo de un funcionario del ministerio de educación y de una profesora de francés, decidió que sería músico. Con un grupo de amigos formó una banda de rock a la que llamaron The Sons of Mr. Green Genes, en honor a una canción de Frank Zappa del álbum Hot Rats. Murphy era el vocalista y guitarrista, también el autor de muchas de las letras, ya que desde los diez años escribía canciones.
Aunque la banda se especializó “en letras extravagantes y solos de guitarra interminables”, en sus presentaciones en vivo era muy buena y logró una mediana repercusión. Fue así que en el año 1996 el sello discográfico Acid Jazz Records les ofreció un contrato para grabar cinco álbumes de estudio. La propuesta parecía el sueño cumplido, sin embargo Murphy rechazó la oferta.
La negativa hubo varias razones. La primera era que su hermano menor y miembro de la banda todavía estaba en la escuela, y sus padres se negaron a que cambiara estudios secundarios por estudios de música. Por otra parte, el acuerdo establecía una paga escasa para los músicos. Murphy pensaba que podría convencer a sus padres y que, si bien el dinero no era mucho, tampoco era nada. No obstante, lo que llevó a negarse a firmar fue una cláusula que establecía que los derechos de las canciones serían de la disquera. “Es una industria devoradora… todos los tipos con los que estaba en la banda y yo aún somos buenos amigos, y no sé si eso hubiera pasado en caso de que hubiéramos triunfado en la industria musical cuando éramos jóvenes”, recordaría Cilian en 2020 en una entrevista por la radio de la BBC.
Cancelada la posibilidad de la música, y como en Irlanda también parece que se aplica la máxima de “serás lo que debas ser sino serás abogado”, se inscribió en Derecho en la Universidad de Cork. Era 1996 y fue un año clave en su vida. Primero porque lo reprobaron en todos los exámenes. Segundo, porque conoció a Yvonne Mc Guinnes, la artista plástica que se convertiría en su esposa y madre de sus hijos, Malachy y Aran. Y tercero, porque después de ver la puesta de la obra La naranja mecánica de la compañía de teatro Corcadora, decidió que actuar era lo suyo.
Se anotó en las pruebas y terminó como protagonista de Disco Pigs, la obra de Enda Walsh que se convertiría en un suceso, y cinco años después le daría su primer rol en cine. “Conseguir un papel así, sin entrenamiento ni experiencia, y que se convirtiera en un éxito masivo, fue increíblemente afortunado”, reconoció Murphy en una entrevista para la revista GQ.
Claro que cuando la suerte llama hay que responder con talento, y a Murphy le sobraba. Fue así que Danny Boyle lo eligió para ser parte de esa pesadilla zombie que fue la película 28 días después. Siguieron filmes tan diversos como Cold Mountain, Desayuno en Plutón, Vuelo nocturno –donde aterroriza a Rachel Adams y con ella, a toda la platea- y la premiada El viento que agita la cebada, donde encarna a un joven médico que abandona su profesión para luchar en los comienzos del IRA.
Murphy alternaba su trabajo en cine con obras de teatro hasta que en el año 2005 recibió un llamado. Era el director Christopher Nolan que lo convocaba para probarse el traje de héroe en Batman Begins. Sin dudarlo, se subió a un avión y aterrizó en Los Ángeles. “Mi planteo fue: ‘Si llego a hacer una prueba de pantalla para Chris Nolan, ya será suficiente para mí’”.
Cuando Murphy se presentó a la prueba no sabía que el destino otra vez le cambiaría los planes. Aunque mide 1,75, una altura promedio para los hombres, para el rol de Batman resultaba escasa. Él mismo lo comprobó al probarse el traje del hombre murciélago. “Había demasiado espacio para mí. Y sabía que Christian Bale también estaba haciendo pruebas y pensé: ‘Obviamente, él debería interpretar a Batman. ¿Qué hago yo aquí?’. Pero fue divertido, es algo interesante que contarle a tus hijos. Además, de ahí salió otra cosa”.
La otra cosa que salió fue una sociedad artística con Nolan. El director quedó tan impresionado que le ofreció el papel de villano. Impactado por “los ojos azules más extraordinarios que jamás vi”, se empeñó en hacerle primeros planos. Bajo las órdenes de Nolan filmó las dos secuelas de Batman y además, Origen y Dunkerque.
A partir de allí a Murphy le llovieron propuestas para instalarse en Los Ángeles, pero las descartó. “Me gusta el sol, la comida y el mar, pero Los Ángeles no era para mí, soy europeo. Me encantan las estaciones del año. Y como a la mayoría de los irlandeses, probablemente me favorezcan más los pantalones largos que los cortos”. Armó sus valijas y se volvió a Londres, donde lo esperaba su mujer, sus dos hijos y Scout, su perro labrador.
En 2013, le llegó la propuesta de meterse en la piel de Thomas Shelby, el líder de los terribles y fascinantes Peaky Blinders. Para los productores el desafío no era menor. Necesitaban encontrar a un actor capaz de seducir e intimidar, de enamorar y de aterrorizar. Un actor que pudiera mostrarse acosado por sus fantasmas de ex combatiente en la Primera Guerra, pero que por su falta de miedo a la muerte se convirtiera en el líder feroz de un clan familiar de gánsters en la Birmingham de los años 20.
Aunque felices porque Murphy se mostrara interesado en el proyecto, los productores dudaban en darle el protagónico. La altura del actor era otra vez un problema. A Steven Knight, el creador de la serie, Murphy le parecía demasiado bajo y sin el porte intimidante e imponente que se precisaba. Sus dudas se disolvieron cuando recibió un mensaje de Murphy donde le decía que la transformación era su especialidad. “Recuerda: soy actor”.
Para dar con el estilo que le pedía su personaje, Murphy aceptó cambiar su dieta vegetariana y volver a comer carne ya que necesitaba más proteínas para lograr el físico robusto de Thomas Shelby. Compensó su baja estatura con la creación de lo que bautizó “el paso George W. Bush”, que consiste “hombros afuera y el torso lo más ancho posible” algo que se convirtió en el andar característico del personaje y además lo hace parecer más alto sin necesidad de tacos o plataformas. También bajó el tono de su voz para tratar de sonar más intimidante. Acorde a la época Thomas Shelby es un fumador compulsivo, pero él no fuma. Los que consume en la serie son cigarros naturales que no contienen nicotina ni producen adicción. Ya lleva fumados más de mil.
El trabajo de Murphy es tan hipnótico que no solo atrae a las audiencias, también a sus compañeros. “En pantalla, es extraordinariamente llamativo. Miras sus secuencias y piensas: ‘Madre mía, está muy bien iluminado’, y te contestan que no, que todavía no han empezado a iluminar. Que eso es solo Cillian, que brilla con luz propia”, le contó Helen McCrory a la revista GQ. Por su parte, el actor reconoce la fascinación que siente por la complejidad de su personaje y el desafío que resultó para él mantener una imagen de Shelby agradable a pesar de ser un personaje inequívocamente ubicado del lado equivocado de la ley.
La primera temporada de Peaky Blinders no fue un éxito de audiencia, pero tuvo un grupo de fieles seguidores que llevaron a la BBC a realizar una segunda temporada. Sin campaña de marketing, el boca a boca logró que la audiencia aumentara tanto que estrellas como David Bowie, Leonard Cohen y David Beckham se reconocieron como fans. Bowie estaba tan enganchado que le envió a Knight fotos vestido al estilo de los Peaky. La repercusión hizo que el productor norteamericano Harvey Weinstein comprara sus derechos de emisión, al tiempo Netflix la incorporó a su catálogo.
La peakymanía se instaló y lo que para más de un actor podría parecer un momento soñado, para Murphy se transformó en pesadilla. Una de las situaciones que lo incomoda es que el corte de pelo del protagonista se puso de moda. “Ahora resulta que en el Reino Unido todo el tiempo se ven hombres pidiendo ese corte. No puedo entender por qué”.
Si la popularidad de su corte de pelo le da curiosidad hay algo que Murphy detesta con todo su ser: que le tomen fotografías. Durante una entrevista para The Observer aseguró que le fastidia que “la gente me tome fotos a escondidas, algo que alguien dijo que es como la Stasi amateur”. En la misma entrevista aseguró que a diferencia de esos colegas que se sienten más felices cuantas más cámaras se juntan a su alrededor, a él lo incomodan. “Es jodidamente raro: me senté en el subte y la gente empezó a filmarme. Esto de tener cámaras en todos lados es algo que se debería resolver”. Para a él, al menos deberían pedirle permisos para filmarlo, prefiere detenerse a hablar con sus seguidores que estar tomándose fotos.
Para en lo posible mantener una vida común con un trabajo poco común, el actor desarrolló varias estrategias. No tiene redes sociales. Solo da entrevistas cuando está en algún proyecto y se presenta en galas y eventos solo. Trabaja seis meses y otros seis meses, no. “Me aseguro intentar no empalmar un trabajo tras otro, porque eso significa que vives en una burbuja de set, hotel, set, hotel, avión, festivales de cine, presentaciones Y eso, para mí, no es la realidad”.
Dejó Londres y se instaló en Irlanda, donde los vecinos suelen verlo emprendiendo caminatas, paseando a su perro o comprando fideos para cocinar y comer en familia. Además es el único lugar donde pronuncian bien su nombre. No se dice ni “Si-ye-an” ni “Si-le-an”, algo que lo hacía enojar mucho cuando era un niño, sino “Ki-le-an”, pues, de acuerdo a la fonética irlandesa, la “C” se pronuncia como “K”. Mantiene un perfil tan bajo que asegura que “lo único extravagante de mi estilo de vida es mi equipo de música, comprar discos e ir a conciertos”.
Para evitar convertirse en alguien que no quiere ser, cada mañana se repite como una oración los cinco principios que rigen su vida: “Colabora con compañeros talentosos. Mantené una distancia de 5.000 millas entre Los Ángeles y vos. Sé responsable con el trabajo que te comprometiste a hacer. Hacé teatro: cuanto más difícil, mejor. Y, por el amor de Dios, no te hagas famoso”.