Como todos aquellos que están cerca del jefe de estado del Kremlin, también son multimillonarios. Sin embargo, dedican su tiempo a cumplir órdenes y “aconsejar” al jefe de estado ruso
Son el círculo más íntimo -y cada vez más estrecho- de Vladimir Putin. Ser parte de ese grupo ya es imposible. La estructura mental del jefe de estado ruso impediría que alguien más alcance ese estatus dentro de su famiglia. Se trata de los “siloviki”, un término ruso que refiere a “los hombres fuertes” u “hombres duros” que están más cerca del comandante invasor.
En la era de Boris Yeltsin este término se comenzó a utilizar para referirse a todo político que hubiera contado con formación militar, policial o de seguridad. Lógicamente, entre ellos se encontraban los agentes y miembros de la KGB o la GRU, el servicio de inteligencia ruso. Putin era un exponente de esto, pero no sólo él, sino el círculo íntimo con que se rodeó.
El periodista Anatol Lieven, de Financial Times, explicó en un artículo publicado hoy quiénes forman parte de ese círculo exclusivo y quiénes esperan en la puerta de entrada. “Hay que trazar una línea clara entre los siloviki y las élites rusas más amplias: conjuntos grandes y muy dispares y desunidos de altos empresarios, funcionarios de alto nivel fuera del círculo íntimo, figuras destacadas de los medios de comunicación, generales de alto rango, intelectuales patrióticos y el variopinto grupo de notables locales, colocadores y manipuladores que conforman la dirección del partido Rusia Unida de Putin”.
“La fuerza que quebró a los oligarcas (de Yeltsin) fue la antigua KGB, reorganizada en sus diversos servicios sucesores. El propio Putin, por supuesto, procedía del KGB, y una gran mayoría de la élite superior bajo el mando de Putin procede del KGB o de entornos estatales asociados (aunque no de las fuerzas armadas). Este grupo se ha mantenido notablemente estable y homogéneo bajo el mandato de Putin, y son (o solían ser) cercanos a él personalmente”, dice Lieven.
Sin embargo, luego de la pandemia, aclaró, este núcleo se redujo al máximo. Pertenecen a un facción que creen ser los verdaderos herederos de la Rusia imperial, de lo mejor de la Unión Soviética. Su reserva patriótica. “Putin y su élite superior siguen viéndose a sí mismos como la columna vertebral de Rusia, aunque Putin, que es cualquier cosa menos un revolucionario, parece identificarse mucho más con las élites de seguridad de la Rusia imperial”, indicó el autor. “A medida que las tendencias autocráticas de Putin han ido creciendo, el poder real (en contraposición a la riqueza) dentro del sistema ha llegado a depender cada vez más del acceso personal continuo al presidente; y el número de los que tienen ese acceso se ha reducido -especialmente desde que la pandemia de Covid condujo al drástico aislamiento físico de Putin- a un puñado de colaboradores cercanos”, subrayó.
“En sus primeros años en el poder, Putin (que era un oficial relativamente junior del KGB) podía ser considerado ‘el primero entre iguales’ en una élite de amigos y colegas. Ya no. Cada vez más, incluso los siloviki han sido reducidos públicamente a sirvientes del autócrata, como quedó gráficamente ilustrado por la humillación de Putin a su jefe de inteligencia exterior, Sergei Naryshkin, en la reunión televisada del Consejo de Seguridad Nacional en vísperas de la guerra. Este comportamiento despectivo hacia sus seguidores inmediatos podría volverse en contra de Putin, como ha ocurrido con tantos autócratas del pasado”, remarcó Lieven, un periodista que durante años fue corresponsal de The Times en Moscú.
Ese círculo de siloviki incluye -de acuerdo al periodista- al ministro de Defensa, Sergei Shoigu, a Nikolai Patrushev, secretario del Consejo de Seguridad Nacional, al propio Naryshkin y a Igor Sechin, cabeza visible de la petrolera Rosneft. Lavrov, el ministro de Relaciones Exteriores, no formaría parte de ese núcleo de consejeros.
Los oligarcas
Los oligarcas, en el contexto ruso, son las élites empresariales ultra ricas con un poder político desproporcionado. Surgieron en dos oleadas distintas.
El primer grupo surgió a raíz de la privatización de la década de 1990, en particular de las ventas en efectivo de las mayores empresas estatales después de 1995. Este proceso se vio empañado por una importante corrupción, que culminó con el tristemente célebre plan de “préstamos por acciones”, por el que se transfirieron participaciones en 12 grandes empresas de recursos naturales del gobierno a determinados magnates a cambio de préstamos destinados a apuntalar el presupuesto federal.
El gobierno incumplió intencionadamente sus préstamos, lo que permitió a sus acreedores -los futuros oligarcas- subastar las participaciones en empresas gigantes como Yukos, Lukoil y Norilsk Nickel, normalmente para ellos mismos. En esencia, la administración del entonces presidente Boris Yeltsin pareció enriquecer a un pequeño grupo de magnates vendiendo las partes más valiosas de la economía soviética con un gran descuento.
Tras la llegada al poder de Putin en 2000, facilitó la segunda oleada de oligarcas a través de contratos estatales. Los proveedores privados de muchos sectores, como las infraestructuras, la defensa y la sanidad, cobraban al gobierno precios muy superiores a los del mercado, ofreciendo sobornos a los funcionarios estatales implicados. Así, Putin enriqueció a una nueva legión de oligarcas que le debían sus enormes fortunas.
En los años 90, los oligarcas tenían la sartén por el mango en el Kremlin y a veces podían incluso dictar la política. Con Yeltsin, varios oligarcas asumieron cargos formales en el gobierno, y abundaron las anécdotas que describían cofres de dinero en efectivo que llegaban al Kremlin a cambio de favores políticos. Pero desde la década de 2000, Putin lleva la voz cantante. Esencialmente, Putin propuso un trato: los oligarcas se mantendrían al margen de la política, y el Kremlin se mantendría al margen de sus negocios y dejaría en paz sus ganancias, a menudo ilegítimas.
Además, la decepción popular con la privatización de la década de 1990 facilitó su retroceso parcial en la década de 2000. El Kremlin de Putin presionó políticamente a los oligarcas de sectores estratégicos, como los medios de comunicación y los recursos naturales, para que volvieran a vender al Estado las participaciones de control. Putin también aprobó leyes que daban un trato preferente a las llamadas corporaciones estatales. Estas medidas aseguraron el control del Kremlin sobre la economía, y sobre los oligarcas.