El recorrido que hiciera Alexander von Humdoldt a finales del siglo XVIII por el territorio suramericano sería algo que jamás olvidaría en su longeva existencia. Exuberantes ríos y montañas, una singular riqueza botánica y múltiples fenómenos naturales llamaron la atención del explorador prusiano, quien tenía entre sus planes “conocer los fenómenos físicos que presenta la parte del nuevo continente, comprendida en la zona tórrida, desde el nivel del mar del Sur hasta la cumbre de la más elevada montaña de los Andes”, como él mismo lo anota.
Humboldt iba equipado con diversos instrumentos para llevar a cabo gran variedad de mediciones en su cautivador recorrido. Entre ellos se encontraba un electroscopio, un sencillo instrumento para determinar la presencia de cargas eléctricas a partir de la separación que experimentan dos delgadas láminas debido a la repulsión electrostática. Este dispositivo se usaba para medir la electricidad atmosférica, y Humboldt lo empleo para hacer mediciones durante tormentas eléctricas y encontrar posibles correlaciones con el movimiento solar –dependiendo del aparente paso del Sol por la bóveda celeste en diferentes épocas del año–, con los vientos, temperatura, y hasta con temblores.
Humboldt conocía de la existencia de un misterioso fenómeno meteorológico que se presenta desde la zona sur del lago de Maracaibo, en Venezuela, hasta la cuenca inferior del río Catatumbo, en Colombia. Se trata del rayo del Catatumbo, también conocido como el faro de Maracaibo, y consiste en un resplandor en el cielo, acompañado de truenos ensordecedores que se producen de manera continua.
Aunque en su viaje Humboldt no visitó directamente la región del Catatumbo, sí tuvo un particular interés por las descripciones que se hacían de este particular fenómeno al que muchos se referían como un volcán en el aire.
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