Suecia celebra el domingo unas elecciones legislativas en las que ambos bloques llegan igualados, con ligerísima ventaja para la primera ministra socialdemócrata, Magdalena Andersson, y con la incógnita de si la ultraderecha se convertirá en el segundo partido del país.
Los últimos sondeos colocan al gobernante centroizquierda por delante pero con un margen muy estrecho, de dos y tres décimas en los estudios de opinión del diario Aftonbladet y la televisión pública SVT, respectivamente; distancia que aumenta a más de un punto y medio en el de Dagens Nyheter, principal rotativo sueco.
Todos dan como ganador al Partido Socialdemócrata, que ha gobernado en 69 de los últimos 86 años, con el ultraderechista Demócratas de Suecia (SD) de segundo y el Partido Moderado (conservador) por detrás.
La escasa diferencia entre bloques apunta a un drama electoral como el vivido en 2018, cuando la diferencia fue de un solo escaño y hubo que esperar una semana para un resultado definitivo, presagio de unas arduas negociaciones para formar gobierno, que duraron 134 días, un récord en la historia sueca.
LA ULTRADERECHA, UNA DÉCADA EN EL FOCO DE LA POLÍTICA SUECA
El complicado panorama político que vive Suecia desde hace años tiene su origen en el SD, una formación con raíces neonazis en sus inicios tres décadas atrás pero que se ha ido moderando y que desde su entrada en el Parlamento en 2010 ha crecido en todos los comicios.
El «cordón sanitario» que le han realizado el resto de partidos es lo que explica que los socialdemócratas hayan podido gobernar las dos pasadas legislaturas a pesar de que había una mayoría de centroderecha en la Cámara.
En la última fue necesario un pacto de los socialdemócratas y sus aliados ecologistas con centristas y liberales, rompiendo la Alianza de centroderecha que existía desde 2004, para mantener el aislamiento al SD, que se ha ido resquebrajando.
Conservadores, democristianos y liberales, que han vuelto a cambiar de bando, se avienen ahora a pactar con la ultraderecha, aunque mantienen su negativa a que forme parte de un hipotético gobierno, un rechazo que podría ser difícil de mantener en caso de que el SD desbancase a los conservadores de la segunda plaza.
DIFERENCIAS INTERNAS EN LA CENTROIZQUIERDA
El bloque de partidos que apoyan a Andersson tiene diferencias internas notables, sobre todo centristas y excomunistas, que quedaron de manifiesto la pasada legislatura con una moción de censura al anterior primer ministro presentada por estos debido a una reforma de los alquileres y que fue aprovechada por la derecha.
El socialdemócrata Stefan Löfven, primer jefe de Gobierno en ejercicio derrocado por una moción en Suecia, volvió a ser elegido por el Parlamento a las pocas semanas, pero acabó dimitiendo de todos sus cargos para allanarle el camino a Andersson.
Durante la campaña, el Partido Centrista se ha mostrado dispuesto por primera vez a entrar en el gobierno, siempre que los excomunistas se queden fuera, y estos a su vez han reiterado que su apoyo no será automático ni gratuito.
CRIMEN, INMIGRACIÓN Y ALTO PRECIO DE LA ENERGÍA
La discusión electoral ha estado dominada por temas como la lucha contra el crimen y el alto índice de tiroteos mortales entre miembros de bandas de delincuentes; la inmigración y los altos precios de la energía.
Los principales partidos han competido en propuestas para endurecer las penas a delincuentes y aumentar el número de agentes, al mismo tiempo que se habla de restringir una política migratoria que no hace mucho era la más generosa de Europa y que tras la crisis de refugiados de 2015 se ha situado al nivel de la mayoría.
El alto precio de la factura eléctrica y los combustibles a causa del encarecimiento del gas, acentuado por la guerra en Ucrania y las sanciones a Rusia, han traído de vuelta al primer plano la cuestión de la energía nuclear.
Por primera vez en años, cada uno de los dos bloques mantiene una posición contraria a la del adversario: mientras el centroizquierda apuesta por las renovables a medio y largo plazo, la oposición defiende apoyar la construcción de nuevos reactores con subvenciones económicas generosas.
«Garantizamos una declaración de gobierno con nueva energía nuclear», dijo anoche en el último debate televisado entre líderes políticos el conservador Ulf Kristersson, que al igual que el resto promete ayudas a hogares y empresas para pagar la luz.
Suecia puso fin en 2010 a la moratoria nuclear, pero siempre que el número total de reactores no excediese los diez entonces activos ni se construyesen más centrales que las tres existentes.
Desde entonces, las compañías han cerrado cuatro reactores por falta de rentabilidad económica, aunque la oposición culpa al Gobierno por la falta de ayudas y por apostar por una energía «menos fiable» como la eólica.
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