El día en que Edmundo González fue sacado de las sombras y elegido para retar al líder autoritario con mayor tiempo en el poder de Sudamérica, un equipo de técnicos estuvo ocupado asegurándose de que su casa no estuviese intervenida.
Por Genevieve Glatsky / nytimes.com
“Esto no estaba en nuestros planes”, dijo su esposa, Mercedes López de González, en una entrevista concedida ese día en abril en su apartamento en Caracas, la capital de Venezuela.
Hasta hace poco, González, de 74 años, era un diplomático jubilado con cuatro nietos y ninguna aspiración política. Se mantenía ocupado escribiendo ensayos académicos, participando en conferencias y llevando a sus nietos a la barbería y a clases de música. Pocos en su Venezuela natal conocían su nombre.
Hoy, muchos venezolanos han puesto sus esperanzas en él para que le ponga fin a años de un gobierno represivo, ya que se enfrentará al presidente Nicolás Maduro, quien ha ostentado el poder desde 2013, en las elecciones programadas para finales de julio.
De repente, González ha vuelto a tener un trabajo de tiempo completo.
“Dos veces al día debo limpiar el teléfono”, dijo en una breve entrevista. “Borro casi 150 mensajes. Me acuesto a la 1:00 a. m. y a las 4 a. m. ya estoy otra vez atento y trabajando. Nunca me imaginé esto”.
Después de años de elecciones amañadas y persecuciones políticas, la población en Venezuela que anhela un regreso a la democracia había aprendido a esperar decepciones.
Una coalición de partidos de oposición, la Mesa de la Unidad Democrática, MUD, había estado haciendo esfuerzos para apoyar a un único candidato que pudiera representar un desafío viable para Maduro, pero su gobierno les puso una serie de obstáculos.
Al final, González emergió como un candidato al que el gobierno no intentaría bloquear y que la oposición apoyaría.
Aceptó el reto, pero tanto amigos como colegas afirman que es un desafío para el que nunca se había preparado.
“Edmundo no es un hombre que haya tenido alguna vez ambiciones políticas”, dijo Phil Gunson, experto sobre Venezuela del International Crisis Group en Caracas y amigo de González. “Es alguien que está haciendo lo que siente es su deber”.
Algunos expertos afirman que su bajo perfil podría dificultar que González coja impulso entre los votantes, sobre todo fuera de Caracas, donde la información llega a través de los medios controlados por el gobierno que muy probablemente no le den mucha cobertura a su campaña.
A diferencia de otros líderes opositores, González no ha criticado abiertamente el gobierno de Maduro y su historial con los derechos humanos, lo que ha generado preocupación entre algunos analistas que afirman que responsabilizar a las autoridades por los abusos es crucial para restaurar el Estado de derecho en el país.
En su casa, el día que ingresó a la tarjeta electoral, González se negó a conversar en detalle sobre las elecciones.
González, el menor de tres hermanos, nació en una familia de recursos modestos en la pequeña ciudad de La Victoria, a unos 80 kilómetros al oeste de Caracas. Su madre era profesora y su padre era un comerciante que lo desanimó de su sueño infantil de ser diplomático, calificándolo de “una profesión para gente rica”, según la hija del candidato, Carolina González.
Firme, González terminaría estudiando relaciones internacionales en la Universidad Central de Venezuela.
Imelda Cisneros, excompañera de clases y vieja amiga, recordó que González era un estudiante dedicado en la universidad. Era una época políticamente tumultuosa en la que una ideología comunista de extrema izquierda se estaba volviendo popular en el campus y las tensiones eran altas.
Pero González se convirtió en un líder estudiantil “con un enfoque muy calmado, de reconciliación”, contó Cisneros.
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