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Tickling o knismolagnia, el erotismo de las cosquillas

El sexo es un mundo lleno de experiencias, pues no solo se basa en la penetración, sino que hay mucho más allá y se puede disfrutar del placer de muchas maneras distintas. Una de ellas es mediante las cosquillas, es lo que se ha denominado knismolagnia o tickling. Sigue leyendo y conocerás todo sobre este fetiche sexual.

Las cosquillas es una forma de estimulación que se produce cuando se pasa un objeto o los dedos por la piel, y pueden ser desde suaves –con ligeros movimientos con las yemas de los dedos, con las uñas o con, por ejemplo, plumas–, hasta intensas, que directamente presionan ciertas zonas para despertar la risa del contrario, como puede ser en las axilas o en el vientre.

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Las cosquillas del tickling de hacen con plumas, cepillos o solo con las manos y pueden excitar tanto al que las hace como al que las recibe
Algo que puede ser una tortura para unos, se convierte en una vía de placer para otros. Y es que, en el tickling no solo las cosquillas son las que producen la excitación, sino que también es el ambiente que se crea alrededor, por lo que se puede disfrutar haciéndolas, recibiéndolas o simplemente por la situación de dominación frente al otro que supone. Incluso verlo a través de una pantalla puede ser excitante, de ahí que exista un tipo o categoría de porno en el que predominan las cosquillas.

En qué consiste el arte sexual del tickling
La knismolagnia en un terreno sexual puede suponer un juego erótico independiente al coito, incluso sin necesidad de quitarse la ropa, o estar vinculado a él, nos explica Arola Poch, psicóloga y sexóloga. Lo importante es disfrutar el momento, pues se puede llegar al orgasmo con estas cosquillas o simplemente ser un juego de pareja, la cuestión es generar una serie de reacciones en el cuerpo generadas por las cosquillas.

“No tengo datos de como de común es llegar al orgasmo por cosquillas. Pero sí puedo decir que hay múltiples vías de llegar al orgasmo. Hay que tener en cuenta que el orgasmo se produce en el cerebro. Las cosquillas producen risa y, con ella, endorfinas que estimulan las áreas del cerebro que se vinculan al goce y al deseo. Además, tras una sesión de ticking se experimenta relajación y sensación de bienestar. Todas estas sensaciones pueden ser similares a las que se sienten tras haber llegado al clímax”, explica la sexóloga

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